¿Por qué será que cuando una serie nos cautiva desde un primer momento, al finalizar la temporada nos parece que es imposible que termine si tenemos la impresión de que fue ayer que empezaba de nuevo después de estarla esperando durante tanto tiempo? Porque, sencillamente, es un buen producto, sin lugar a dudas. A mí me ha pasado esta vez con la tercera entrega de “The Walking Dead”, esos maravillosos zombies a los que tanto cariño les he cogido. Parece que fuera hace una semana que volvían a deleitarnos con sus aventuras y, en cambio, se acaban de proyectar los dos últimos episodios de esta nueva tanda. Y se me ha hecho muy corta. Paralelamente a mi nostalgia como fiel seguidora de la historia creada por Robert Kirkman en 2003 en formato cómic y adaptada a la televisión por Frank Darabont en 2010, me gustaría compartir con vosotros mi opinión sobre dicha adaptación a estas alturas de la historia. Creo que es un buen momento para hacerlo. Para los que no sigáis el formato cómic, debo deciros que hay muchas situaciones que difieren bastante entre uno y otro formato (algunas son diametralmente opuestas) y que, no por ello, ninguno de los dos medios desmerece en absoluto.
Como Kirkman ya explica en alguna de sus introducciones en los libros y Darabont lo subraya a la hora de defender estas adaptaciones en algunos de los protagonistas (aun cuando la historia en general se va desarrollando de la misma manera), la razón de estos cambios se debió a que era sumamente necesario realizar dichas adaptaciones estratégicamente para no colapsar a los lectores y, en especial, para poder adecuar según qué sucesos de la historia que Kirkman nos narra en el cómic, que en el formato televisivo necesitaban de una mayor celeridad para no aburrir al espectador. Y creo que lo han conseguido de sobras aunque alguno de ellos al principio me dejara bastante perpleja, lo admito, como ha sido el cambio radical casi de un episodio para otro del propio Rick, ya que en el cómic este proceso interno ha ido mucho más despacio y no tan visceral como en la serie. Como siempre ha defendido Kirkman, la evolución de toda esta historia ha ido paralela a la evolución de sus personajes; en especial, con la de su principal protagonista, el agente de policía Rick Grimes. Hemos visto y veremos cómo los humanos se transforman también; no en zombis, sino en personas cada vez más despiadadas donde el grupo de cercanos será cada vez más restringido. La plaga de muertos del siglo XXI no será la única nueva especie del planeta ya que, paralelamente y derivada directamente de esta primera, aparecerá una nueva raza humana, aquella que perderá de vista las normas sociales establecidas y la ética en pro de la auténtica lucha por seguir viviendo, se sacrifique a quien sea en el empeño por conseguirlo. Y creo que es un mensaje que ha quedado bien claro y explicado en los dos formatos, como hemos podido ver en esta tercera entrega de la serie. En ella hemos visto cómo Rick (ya nos advirtió de ello el propio Kirkman en el cómic) ha ido cambiando irremediablemente condicionado por las durísimas pruebas personales, de supervivencia y de liderazgo del grupo en el que ha vivido casi desde el principio de la plaga de zombis. Tanto en la serie como en el cómic lo hemos podido comprobar pero, maticemos, de una manera muy diferente. Mientras en la primera lo vemos ir cambiando poco a poco hasta la muerte de su esposa Lori (lo que le supone una gran crisis que afectará a todo aquel que esté a su lado, hasta el punto de querer sacrificar a compañeros suyos por su propia supervivencia), en el segundo su cambio se debe a la presión continua que le supone estar al mando de todosal no encontrar a nadie en quien delegar y en quien refugiarse de tanta responsabilidad diaria pero, y he aquí un cambio muy importante, su esposa aún vive y ha tenido al bebé sin problemas, lo que le supone el clavo de la cordura y de la reflexión tan necesario para su cordura y al que tanto se aferra. Es decir, va cambiando irremisiblemente pero no deja de tener sus principios. De la misma manera, también vemos cómo el personaje de Tyreese obedece a estos cambios estratégicos ya que, en el cómic da mucho juego al formar parte de un triángulo amoroso que acaba trágicamente (que ocasiona la muerte de Carol), mientras que en la serie pronto se va de la prisión para unirse al grupo del Gobernador y parece ser que, de momento, no tiene un mayor protagonismo (muy diferente a su homólogo en papel donde el personaje es esencial para la supervivencia del grupo liderado por Rick). Estos cambios, si bien evidentes entre los lectores de Kirkman, han sido necesarios porque no se hubieran podido mantener tantas historias abiertas en una sola temporada. Mismos personajes, diferentes evoluciones, hasta acabar confluyendo otra vez las dos historias narradas, de distinta manera, en una misma secuencia común para dar paso a la etapa siguiente. Creo que, hasta aquí, todo está correcto. Como ya comenté en una de mis aportaciones anteriores al blog de Néstor en relación a “The Walking Dead”, encuentro dichos cambios buenos para la correcta marcha y no saturación de sus seguidores, ya sea tanto lectores como telespectadores o ambos. Pero, después de haber presenciado toda esta tercera temporada, creo que ahora entiendo por qué Kirkman confiesa que ha habido fans suyos desde que creó el cómic que se han enfadado un poco con él… entremos ya en las dos únicas objeciones que le hago a esta última entrega de capítulos.