Una "road movie" en toda regla donde el dolor y el drama se ocultan tras las pisadas de los viajeros. Gentes totalmente dispares que se encuentran en el camino y que pese a intentar evitarlo no les ha quedado otro remedio que juntarse y entrecruzarse constatemente. No es una historia de risas y peripecias, sino que es una descripción muy lineal llena de sensibilidad.
Un marco incomparable, el camino. Lleno de paisajes desde Roncesvalles hasta Muxía, reflejo de una España de contrastes, con sus virtudes y sus defectos, sin tratar de ocultar nada. Me alegra comprobar, que las numerosas veces que Martin Sheen ha viajado a Burgos han calado en él y, su posible enamoramiento de esta gran ciudad, se ve reflejado en el film. Este proyecto comenzó para él hace siete años, cuando realizó el camino con su nieto y un amigo. Os dejo, junto con la habitual sinopsis, la que es para mí la frase de la película:
"La vida no se elige papá. Se vive".
"Tom Avery (Martín Sheen) es un reputado oftalmólogo de California, viudo, que un día recibe una llamada desde Francia en la que se le comunica que su hijo Daniel ha fallecido en un temporal en los Pirineos. A pesar de que la relación con él nunca fue muy buena, Tom, desolado, viaja a Francia, y descubre que Daniel comenzaba a hacer el Camino de Santiago, por lo que decide hacerlo por él". (filmaffinity.com)