THE WESTIN MICHIGAN AVENUE (****)909 Michigan Ave60611 Chicago, IL, (USA)
Habitación: 1443
Fecha de entrada: 28/07/2023Tarifa: 225$ SAExcelentemente ubicado en la milla de oro de la ciudad, rodeado de tiendas de lujo, entre la playa y la torre Hancock, encontramos este edificio exento, en granito gris, de aire clásico, con dos decenas de plantas con ventanas cuadradas y rematado por un voladizo en el que se ilumina en blanco el logotipo de la cadena. A pie de calle, un largo pórtico negro recoge unas cuantas puertas giratorias en metal negro -algo viejo- y cristal, que nos introducen en un enorme y bullicioso hall, que se abre hacia la derecha. Suelo de moqueta oscura atravesada por largos pasillos de madera brillante muy cuidada. Techo blanco retroiluminado y columnas en mármol blanco.En el lado izquierdo queda simplemente una imponente puerta doble de madera oscura que da acceso al bar. Enfrente un primer bloque de ascensores. Y hacia la derecha la recepción en si. Allí mismo un armario cuadrado nos ofrece -por la mañana- toallas y agua fría para los que gustan del deporte mañanero. A partir de ahí en un largo pasillo encontramos varias cintas para formar filas para el check in frente a cuatro mostradores dobles independientes, en madera brillante y mármol blanco. Pegados a los grandes ventanales con vistas a la calle se disponen algunos sofás tapizados en gris, butacas con cojines color calabaza, mesas altas para el trabajo compartido y algunas plantas. Todo bastante moderno, aunque hay una sensación en el ambiente de que estamos ante un edificio antiguo y clásico, renovado. La cola en el mostrador es abundante. Y pese a que hay uno dedicado en exclusiva a los clientes Elite de la cadena, nos toca esperar un rato.Cuando llega nuestro turno, una empleada es incapaz de encontrar nuestra reserva. Le mostramos nuestro pasaporte, nuestro DNI, el código de reserva, y no lo consigue. Nos pasa a otro compañero en un mostrador contiguo, que tampoco es capaz de encontrarla. Le entregamos el documento de reserva y la app de la compañía en la que aparecen todos los datos, y ni aún así. En la parte de atrás de los mostradores, que se presentan algo desordenados, con una pantalla de ordenador que separa bastante ambos lados y un jarrón con decoración floral, corre una bonita pared de madera con luces retranqueadas y una bonita lámina de motivos vegetales, que ofrecen una calmada acogida. En un extremo hay una puerta, por la que el empleado accede a un despacho y viene con otra empleada que por fin da con nuestra reserva. Entonces empieza una surrealista discusión en la que nos indican que tenemos que pagar una tasa de 20$ diarios para que nos den una bolsa de palomitas (que no vimos ninguno de los tres días), y un crédito de esa cantidad para consumir -diariamente- en el hotel. Estamos cansados -del viaje transoceánico- y no queremos discutir, así que... Nos preguntan si queremos que nos hagan la habitación cada día, a lo que sorprendidos, contestamos que si. La tercera viene cuando el aparato de la tarjeta de crédito no lee ninguna de las tarjetas que llevamos. Le decimos a la empleada que utilice los datos de la tarjeta que tiene en la reserva (prepagada) y dice que no sabe. Vuelta adentro a buscar a otra empleada que sí que lo sabe hacer, y entonces la tarjeta funciona sin problema... Casi 15 minutos de check in, y eso que -como suele ocurrir en USA- no copiaron ninguno de los datos de nuestra documentación.Avanzamos por el hall hacia la derecha dejando a los lados un mostrador para atención de grupos, una tienda de bisutería y regalos, y un escritorio curvo que ofrece información turística de la ciudad. Junto a una escalera giratoria, una máquina de vending que ofrece productos de conveniencia (sándwiches, agua, cargadores, champú, pastillas...) y un pequeño mostrador de Starbucks, encontramos el otro bloque de tres ascensores. Uno de ellos estuvo en la cuarta planta los tres días que estuvimos. Los otros dos, enormes, de suelo enmoquetado y paredes que combinaban el metal con el espejo oscuro. Botonadura baja que se activa acercando la llave de la habitación a un lector como medida de seguridad. Cuidados, pero no nuevos.Las puertas se abren a un recibidor con gruesa moqueta en tonos azules y rojos. Enfrente unos espejos bajo los que hay una ligera mesa de metal dorado y cristal con un motivo floral encima. A derecha e izquierda corren los pasillos de las habitaciones. Anchos, estucados en blanco. Techos algo bajos. Puertas de madera con voluminosos pomos metálicos con lector por acercamiento de la tarjeta.