Ellos mismos lo explican así en el primer editorial:
Habiendo conseguido un equipo de impresión (un poco sucio) a un precio razonable, hemos decidido editar un periódico. (… ) Debemos pedir disculpas a nuestros suscriptores por el retraso en su impresión. Esto se ha debido al hecho de que hemos tenido muchos visitantes no deseados cerca de nuestras imprentas durante los últimos días (…) Cualquier deficiencia en la producción se justifican por la falta de experiencia y el hecho de que piezas de metal de varios tamaños han impactado nuestra prensa. Esperamos publicar el semanario “Times”, pero es posible que nuestro esfuerzo tenga un final prematuro debido a una crítica adversa o a las atenciones por nuestro rival local, los Sres Hun and Co. (…) Aprovechamos esta oportunidad de decir que no aceptamos ninguna responsabilidad por las declaraciones contenidas en nuestros anuncios.
Toda un declaración de intenciones, tanto en la forma como en el fondo. El mérito estuvo en mantener la revista, fiel a su cita con unos lectores entusiastas, durante más de dos años: de febrero de 1916 hasta noviembre de 1918. Era apenas una hoja de mal papel y sin fotografías, aunque con dibujos. La publicidad se la inventaban ellos mismos, aunque digan que no asumen su responsabilidad. No parece gran cosa, pero The Wipers Times ha pasado a la historia como uno de los mayores logros del periodismo y, yo diría, del triunfo del espíritu humano.
El capitán Roberts y el teniente Pearson, con ayuda de un sargento que era impresor en la vida civil y otros voluntarios que lo escribían y distribuían -demasiada poesía, en opinión de Roberts- se pusieron manos a la obra para editar cosas como ésta:
“¿Es usted una víctima del optimismo? ¿No lo sabe?
Hágase las siguientes preguntas:
¿Sufre de jovialidad?
¿Se levanta por la mañana pensando que todo va bien para Los Aliados?
¿A veces cree que la guerra terminará en 12 meses?
¿Cree más en las noticias buenas que en las malas?
¿Considera que nuestros líderes son competentes para conducirnos a la victoria ?
Si contestó ‘Sí’ a alguna de las preguntas, se encuentra en las garras de esta terrible enfermedad.
Podemos curarlo.
Dos días en nuestro establecimiento y borraremos todo rastro de su sistema”.
Roberts (en el centro, segunda línea) con su batallón.
The Wipers Times nació en esa mezcla de barro, sangre y miedo que fue el frente en la Primera Guerra Mundial, con la intención de soportar todo aquello sin perder la humanidad. Era un periódico de soldados para soldados, que contaba a su manera la auténtica guerra, alejada de un periodismo oficial o profesional más cerca de la propaganda que de la realidad. En parte, tanto el wipers como otros de sus competidores –hubo más prensa de trinchera, de características parecidas pero usualmente elaborada en la retaguardia, no en primera línea– surgen por la inutilidad en el frente de la prensa tradicional, plagada de mentiras.
The Wipers Times contaba la guerra a base de sátira, grandes dosis de mala leche y un humor negro tan corrosivo como el alcohol casero consumido en las trincheras. Chistes, anuncios inventados y todo lo que sirviera para sacar una sonrisa al compañero de guardia. Roberts y Pearson habían pasado por lugares como Ypres y el Somme, y escribían para otros que seguían despertándose cada mañana en esos lugares, o en Verdún. En tales circunstancias no puedes ser amable, ni educado ni cursi, sino cortante como una alambre de espino.
Cartas al director:
Señor, mientras hacía hoy mi habitual paseo matutino, he advertido que una parte de la carretera está todavía en pie. Me consta que ha permanecido en ese estado de conservación durante al menos seis meses. Sin duda los empleados de la Ypres Corporation pueden hacerlo mejor.
Señor, ¿puedo llamar su atención sobre el hecho de que la red de gas de la ciudad necesita seriamente atención?. Regresaba la otra noche del Cloth Hall Cinema cuando una gran fuga estalló en la rue de Lille; solamente gracias a que fui capaz de ponerme rápidamente mi máscara anti-gas pude continuar mi camino.
La crítica a los falsos corresponsales, así como a la burocracia militar y el alejamiento de los generales respecto a la realidad de la guerra era su manera de descargar la frustración y la rabia ante tanto sufrimiento inútil. En ese sentido, uno de los dibujos más famosos, y que se convirtió en un icono de la publicación, es el que muestra a un oficial británico pensativo preguntándose “¿Soy todo lo ofensivo que podría ser?”. Humor inglés en estado puro.
Pero también había lugar para la lírica, la sensibilidad como método de fuga o el recuerdo emocionado a un amigo caído en la batalla. Eso también formaba parte de la realidad diaria. Una realidad que se transparentaba también en otras informaciones que recogían las preocupaciones de los soldados: referencias, inevitablemente disimuladas, al consumo de pornografía o los burdeles disponibles en cada zona, así como el estado del suministro de alcohol, algo esencial para el curso de la guerra.
La revista se iba haciendo a salto de mata, superando los obvios inconvenientes. Con tanto chiste no debemos olvidar que esa gente estaba allí para matarse con los alemanes, el propio Roberts consiguió medallas y un ascenso por su desempeño en batalla. Y conforme fue avanzando la guerra la revista fue cambiando de nombre The New Church Times, The Somme Times o, cuando la guerra estaba acabando, Better Times
Crítica tolerada
La cúpula del ejército británico, reiteradamente ridiculizada, no se encontraba entre los mayores fans ni del wipers ni del resto de diarios de trinchera. Algunos estaban por la prohibición, la censura y el castigo a los culpables de tamaña indisciplina. Pero al final se toleró porque entendieron varias cosas: a) al fin aquello no salía de allí, la revista contaba a los soldados lo que ellos mismos estaban viendo y la opinión pública en Gran Bretaña estaba a salvo, informada por la prensa profesional; b) se hizo tan popular y tan rápidamente que su prohibición hubiera sido contraproducente, ya había muchas razones para la insubordinación, no proporcionemos otra y c) era una manera de rebajar tensión, la espita para sacar la rabia y combatir el miedo; mucho más civilizada que, (lo que nos lleva a una variante de ‘b’) pegarle un tiro a tu oficial, por ejemplo.
Por cierto, en 2013 la BBC hizo una película para la televisión en la que explicaba la historia de The Wipers Times y en la que dos personajes del alto mando encarnaban esas dos posiciones, con Michael Palin haciendo del general que se desternillaba con el ingenio de aquellos irreverentes muchachos ante un envarado y airado colega.
Les recomiendo la película. Tiene un tono cómico obvio, pero no olvida el dolor y el absurdo de todo aquello. Los guionistas tuvieron acceso a los diarios privados de Roberts y quiero pensar que de allí recogen la idea que nos sirven como diálogo entre el capitán y su mujer cuando el primero vuelve a casa por un permiso. Acostumbrado a la trinchera, el silencio de la noche no le deja dormir y su mujer le pregunta cómo es aquello.
El tiempo pasa lentamente. (…) He luchado en una batalla que era de una futilidad épica. Nadie podía siquiera especular sobre lo que la batalla iba a lograr. De hecho, nunca hubo la menor oportunidad de lograr nada en absoluto, aparte de arrojar a los mejores británicos a una muerte miserable.
O como escribe el ya teniente coronel Roberts en el último número de Better Times, tras el armisticio:
“La mayoría de nosotros se ha curado de la ilusión que puede haber tenido sobre la pompa y la gloria de la guerra, sabemos que es el desastre más vil que le puede pasar a la humanidad”