Este libro es una maravilla. Fundamentalmente te lo parecerá si, como yo, amas la serie The Wire. Son unas 550 páginas que se devoran en menos de una semana, con alrededor de 300 fotos (o más), unas cuantas de ellas en color y la mayoría en blanco y negro.
Cada episodio es relatado por Alvarez (uno de los guionistas de la serie) con pelos y señales, secuencia por secuencia, lo cual facilita que recordemos cada momento. Se analizan los personajes principales o más jugosos (Stringer, McNulty, Omar, Marlo, etc), contando anécdotas y confesiones de los actores que los interpretan. Se nos invita a conocer los múltiples guiños, las referencias, las bases sobre las que han trabajado los guionistas, las personas (polis, abogados, camellos…) en las que se han inspirado, los secretos iniciales del proyecto. No faltan entrevistas, ni tampoco una especie de guía de cameos y de apariciones estelares. Es como el making of de un dvd, pero a lo grande y en papel.
Tampoco faltan colaboraciones de Nick Hornby, George Pelecanos, William F. Zorzi y, entre otros, David Simon, quien escribe una introducción lujosa y extensa y aporta las mejores perlas del libro en ese texto y en posteriores declaraciones; sin olvidar citas y anécdotas de otros escritores y guionistas que participaron en la serie. Sin más, os dejo con algunos de los mejores extractos, precedidos por el nombre de cada autor:
David Simon: [The Wire] Trata sobre La Ciudad. Muestra cómo vivimos en Occidente en el inicio del milenio, como una especie urbanita hacinada en poco espacio que contempla con amor y miedo en lo que se ha convertido no sólo en Baltimore o San Luis o Chicago, sino también en Manchester o Ámsterdam o México D.F. En el mejor de los casos nuestras metrópolis son la culminación de las aspiraciones de la comunidad, el depósito de todos los mitos y esperanzas de la gente que se aferra a los lados de la resbaladiza pirámide que es el capitalismo. En el peor, nuestras ciudades –o esos lugares de nuestras ciudades a los que la mayoría no nos atrevemos a ir –son recipientes que contienen las contradicciones más oscuras y la competición más descarnada que se oculta bajo la forma en la que convivimos, o no logramos convivir.
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David Simon: En mi ciudad, los campos de herrumbre y los muelles y fábricas abandonados son el testamento de una economía que cambió y luego volvió a cambiar, dejando obsoletas a generaciones enteras de trabajadores sindicados y a sus familias. El coste para la sociedad es incalculable, aunque tampoco es que nadie se haya detenido nunca a calcularlo. Nuestros líderes políticos y económicos quitan importancia a este horror y a veces incluso lo ridiculizan frívolamente. La sugerencia de Margaret Thatcher de que no hay ninguna sociedad que considerar más allá del individuo y de su familia es significativa del desprecio de finales del siglo XX hacia la idea de que las naciones-estado deberían ofrecer a sus ciudadanos algo parecido a un propósito común y un sentido de pertenencia.
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Rafael Alvarez: La segunda temporada de The Wire trata de los últimos días en que fue posible seguir los pasos de tu padre para ganarte la vida. Es, en palabras de David Simon, un funeral en doce capítulos por la “muerte del trabajo”.
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Rafael Alvarez: Inteligente y segundo de a bordo de Avon Barksdale, su amigo de infancia y jefe del narcotráfico, la historia de Bell era clave para transmitir una de las principales tesis de The Wire: Si niegas a todo un segmento de la sociedad el acceso al gran juego, crearán un juego en la sombra que reproducirá el establishment en todos sus aspectos excepto en la legitimidad social. Stringer Bell es un gánster que utiliza gafas de lectura, un asesino al que le gusta el procedimiento parlamentario y las tazas de té caliente. Lo interpretó exquisitamente Idris Elba, que dijo de su personaje que era un “tipo malo con cerebro y poder”.
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Rafael Alvarez: En un mundo en el que los policías alcohólicos están dispuestos a tirarse escaleras abajo para conseguir una pensión de invalidez y en que los aprendices de gánsteres devoran a sus amigos de infancia por dinero y para conseguir más poder, Omar es un hombre de principios inamovibles que podemos respetar e incluso admirar. No se droga ni explota a los adictos; se sabe que incluso le dio una dosis a una hermana que tenía el mono. No viste ropa cara ni joyería. Nunca utiliza expresiones malsonantes ni vuelve su arma ni su astucia contra los “civiles” que no forman parte del juego.
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Dennis Lehane: Marlo es excepcionalmente inteligente y, desde un punto de vista evolutivo, es el ideal de Maquiavelo… ha sido deshumanizado hasta el punto de que es incapaz de comprender por qué debería preocuparse por alguien o algo que no vaya a aumentar sus beneficios. Mientras otros personajes de la serie eran muy ostentosos –me refiero a personajes del estilo de Bunk o Omar o McNulty o incluso Bodie–, Marlo es prácticamente estalinista en su falta de ostentación. Y eso lo hace todavía más terrorífico.
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David Simon: Extracción de beneficios a fuerza de recortes en plantilla y presupuestos, una incapacidad para enfrentarse a la situación y competir, internet, coberturas fragmentarias de noticias, editores sin ambición y una cultura profesional que se mira el ombligo y se centra sólo en los premios. Eso es lo que queda de la vieja dama gris del periodismo.
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Rafael Alvarez: Por turnos, las cinco temporadas de The Wire repasan, casi como si fueran un documental, la guerra contra las drogas; la muerte del trabajo en unos Estados Unidos postindustriales; la reforma llevada al extremo legalizando las drogas; el fracaso del sistema escolar municipal; y, envolviéndolo todo como una hoja de periódico envuelve a un abadejo, la incapacidad de los medios para informar de todo lo anterior, y su todavía mayor incapacidad para explicarlo o corregirlo.
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David Simon: The Wire versa sobre el capital y los trabajadores y, cuando el capitalismo triunfa, los trabajadores sufren.
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Michael Kimball: [McNulty] Es a la vez un tipo genial y un capullo muy jodido. Y usualmente es lo uno o lo otro dependiendo de lo que haya bebido o de lo metido que esté en un caso.
[Traducción de Joan Eloi Roca]