¿Voy a cortarme ahora tras haber descubierto tan francamente las cartas?. Nah. O sea, no me gusta para nada mostrar este sentido del oportunismo, y esto está tan lejos de ser una especie de semanario de actualidad como sea posible: pero el segundo disco de los XX se publica el próximo 10 de septiembre en Europa. Y no sé cuantas veces es necesario oír un disco para considerarlo una maravilla. Más bien no sé cuanto tiempo ha de pasar para apreciarlo con la perspectiva suficiente. Hay que tomar el riesgo y hay que exponerse a ser pulverizado por expresarse como un fan antes que como un objetivo criticista. Mejor que el primero. Casi. Pero porque el factor novedad, la construcción e identificación del sonido propio sólo es posible conseguirla una vez. Si uno pudiera invertir el proceso, si ese fuera el primer disco, el escándalo sería exactamente el mismo. Cortes que empiezan a capella y parecen lanzarse a la pista. Ritmos esplendorosos al lado de temas que parecen grabados en dos lugares de la tundra separados por varios cientos de kilómetros. A dos voces, claro. Soul del siglo XXII junto a guitarras de los años 50, petrificadas. Las duraciones de las canciones, siempre perfectas, sólo una superando los tres minutos y medio. Los finales: otra marca de la casa, esto de saber finiquitar las canciones tan arrolladoramente. Productores y compositores amantes del filtro y del fader: sentaros a tomar notas. Insisto, y ya acabo, que esto es sólo un conato de regreso. Saber que Angels es una maravilla con los BPM tendiendo a 0 y que Chained, al lado, gravita hacia el lado contrario, hacia, casi, un levantamiento de brazos cercano al deep house y a los bajos huidizos de los Blue six o Miguel Migs, y ver que ese emparejamiento es ejemplar, me hace entrar dudas: si es un disco tan inmediato una apuesta hacia la eternidad.