Éxtasis total ante todos los excesos de este film. De duración con sus casi dos horas y media, de rodaje con sus 10 meses, de escenas, unas 250, y planos, 5000 (una película de este metraje habitualmente contiene la mitad), de la espectacularidad de sus persecución central (150 técnicos, 13 cámaras en acción -al más puro estilo: Kim Chung Chi, no pares, grábalo todo, jod… pero ¿qué te crees que estoy haciendo, Chung Kim Boon?-, 50 coches utilizados y 20 destruidos al rodar la escena) y, sobre todo, de la colección de cuchillos usados que haría palidecer de envidia la cocina del personaje de Marisa Paredes en La piel que habito (2011). Con la diferencia de que aquí se utilizan todos y no precisamente para preparar el gazpacho, aunque el resultado final tenga el mismo color.
El segundo film del coreano Hong-jin Na, presente en Cannes 2011, sobrepasa todas las expectativas. Una dirección magistral, un guión trabajado como una novela con sus capítulos y epílogo y, ante todo, un sentido del ritmo, de la espectacularidad, de la narración y de la composición visual que recuerda los mejores momentos de John Woo, Johnnie To y Quentin Tarantino tras una sobredosis de tortilla de patatas y hongos alucinógenos. Por supuesto, dado su carácter adictivo, habrá remake americano y segunda parte, como mínimo.
Un cine del género de acción que renace y sustituye las armas de fuego por la opción machete, cuchillo o hacha, más práctica, más rápida, más sangrienta y con la ventaja de estar siempre al alcance de la mano.
Mención especial merecen los dos actores principales: Jung-woo Ha y Yun-seok Kim que se han preparado, física y mentalmente, de tal manera sus personajes que logran hacer olvidar lo tópico del bueno y el malo de los films de acción. Y también el encargado del montaje, Sun-min Kim, tan inspirado como en sus trabajos anteriores con Joon-ho Bong, Memories of Murder (2003) y The Host (2006).
En la provincia china de Yanji, situada entre Rusia y Corea del Norte, viven los denominados “Joseon-Jok”, unas 800.000 personas condenadas a la miseria y a sobrevivir a base de trapicheos ilegales. El protagonista, un chófer acosado por sus deudores, decide aceptar un trabajo muy especial para poder encontrar a su mujer que ha emigrado para ganar un poco de dinero. ¿Quién decía que el cine de acción no podía ser político? El encargo se las trae: asesinar a un desconocido. Pero desde Hitchcock el público sabe que matar no es nada fácil y desde Hong-jin Na yo observo mi cuchillo jamonero desde otra perspectiva.