Oohen Leth es un excéntrico genio de los ordenadores que vive en un mundo corporativo controlado por una oscura figura llamada "Dirección". Recluido en el interior de una capilla en ruinas, Oohen trabaja en la solución a un extraño teorema, un proyecto que podría descubrir la verdad sobre su alma y el significado de la existencia (o la falta del mismo) de una vez por todas.
Después del descalabro económico que le supuso Las aventuras del barón Munchausen a Columbia Pictures, las productoras ya no han vuelto a apostar por Terry Gilliam con la misma confianza y soltura económica. Sin embargo, recientes declaraciones de éste, revelan que prefiere mantenerse lejos del cine de Hollywood, ya que un equipo técnico reducido y un presupuesto moderado le otorgan mayor libertad a la hora de la realización de la película. Y todos sabemos que Gilliam no tiene límites.
The Zero Theorem supone el regreso de Gilliam a la ciencia ficción, género que no tocaba desde Doce monos en 1995. Lejos de aquella superproducción, el ex-Monty Phyton nos presenta un film mucho más modesto con influencias visuales y argumentales a Brazil, su obra más reconocida.
Un film que debe ser madurado un poco antes de sacar conclusiones precipitadas, malas o buenas. Pero lo que es innegable a estas alturas, es que la imaginación de Gilliam es tan brillante como desbordante. Y sin duda alguna, el apartado visual sigue siendo su gran fuerte. Aunque, personalmente echo en falta la parte visual más artesanal que tienen otras de sus películas, un apartado que sigue manteniendo mediante la inclusión de efectos digitales, en ocasiones, de dudosa reputación. Sin embargo, a pesar de todos los excesos digitales que comete a lo largo del film, esta vez me han parecido más sostenibles, mejor justificados y mejor integrados en los escenarios y contexto de la historia respecto a su anterior trabajo, El imaginario del doctor Parnassus, estrenada también en el Festival de Sitges en 2009.
El guion escrito por Pat Rushin nos presenta un mundo distópico y retrofurista que vive en el más absoluto caos que parece ideado por el mismísimo Gilliam, motivo por el cual vieron en éste la persona ideal para llevarlo a cabo. Con unos escenarios bastante circenses, en ocasiones muy dragqueeneros, pero que mezclados con una estética barroca crean un contraste bastante atractivo. Nos muestra un mundo paródico basado en la realidad actual, pero llevada al extremo, un mundo en el que Gilliam ha construido su propia urbe basada en Blade Runner, donde la sobreinformación desata la decadencia tecnológica y crea el caos en las calles y el entorno.
Salvando ciertas distancias, que en ocasiones suponen un abismo, y en otras, una simple zequia, las influencias de Brazil no son solamente visuales, también argumentales. Una historia de sobre la soledad del personaje principal y una búsqueda interior. Interpretado por un gran actor como es Christoph Waltz, que demuestra su asombrosa capacidad, para ponerse en la piel de un personaje diametralmente opuesto a otras de sus interpretaciones recientes como Malditos bastardos o Django desencadenado, ambos films de Quentin Tarantino. Mélanie Thierry (Babylon A.D) pone la guinda de color femenina, sus estridentes presentaciones eróticas coloristas resalta por encima de los elaborados y bien decorados escenarios, mejor elaborados y construidos que en El imaginario del doctor Parnassus.
Al principio se hace un poco espesa y cuesta un poco coger el hilo argumental, hay conceptos técnicos algo confusos para el espectador. Pero cuando le encargan la misión de descubrir el teorema cero, la historia se encamina hacia un lado más entendible, dentro de la locura argumental que se propone, claro. Enfocado a lo cómico, hay muchos gadgets y sonidos que realzan el humor, como los golpes de martillo o la caja de pizza parlante.
Un regreso que gustará a muchos, pero que verán la decadencia del cineasta en este film. Yo, me quedo en un término medio, hay cosas que me han gustado bastante, pero encuentro a faltar algo que todavía no sé qué es, si la vuelvo a ver quizás lo averigüe.
Puntuación