Thea, Valentina y Pablo: Todo por Cristo.

Por Santos1
Cuando hoy leemos noticias sobre masacres de cientos de cristianos en unos minutos, nos alarmamos, compadecemos y rezamos, como debe ser. Tal vez nos parezca novedad, y sin embargo, las persecuciones contra los cristianos toman el cariz de intento de genocidio, entendido esto como intento de eliminación masiva por razones de religión, como en este caso: 
Santas Valentina y Thea, vírgenes, y Pablo; mártires. 25 de julio.
Nos vamos al año 308. Tiempos complicados en el Imperio Romano, con varios sucesores del emperador Diocleciano. Uno de los más crueles con los cristianos fue Maximiano Galerio, al que seguía el juego su gobernador Firmiliano, el cual para estrenarse había apresado casi 100 cristianos de toda edad y sexo, y arrancándoles el ojo derecho y marcándoles el cachete izquierdo, los envió a unas minas en la Tebaida. No fue menos aplicado en sus métodos en Gaza. El domingo 25 de julio de 308, envió un piquete de soldados a una basílica oculta, donde estaban reunidos los cristianos para leer las Sagradas Escrituras. Entre todos estos cristianos sobresalía una virgen, de nombre Thea, conocida por su caridad y su apostolado entre los cristianos tentados de apostatar. Así mismo destacaría en su martirio.
Llevada ante el gobernador Firmiliano, este le amenazó con llevarla a un lugar de prostitución para corromperla si no renunciaba a la fe cristiana. Pero la respuesta de Thea fue una reprensión a los dioses paganos y su religión. Ante esto, la condenó el gobernador a ser azotada y padecer en el potro, donde le desgarraron los costados con garfios de hierro. Viendo tal espectáculo, se adelantó de entre el gentío otra cristiana prominente, llamada Valentina, que tenía voto de virginidad, que clamó “¿Hasta cuando atormentaréis a mi hermana?”, por lo que fue apresada, y obligada a sacrificar a los dioses, pero ella, antes de tocar con sus manos el incienso de los ídolos, pateó el altar, derribándolo. Por ello fue sumada a Thea en los tormentos. Finalmente, al no lograr reducirlas a renegar de Cristo, las encadenaron y arrojaron vivas al fuego. Uno de los cristianos que allí se hallaba, de nombre Pablo, también confesó a Cristo, fue atormentado y finalmente decapitado.
Eusebio de Cesarea, que es quien relata esta historia, las llama feas sin más, pues dice eran “más semejantes a varones que a hembras, de aspecto despreciable, pero con firmeza de espíritu superior a la de todos sus compañeros”. 

Fuente:
-"Vidas de los Padres, Mártires y otros principales Santos". Tomo VII. P. JOSÉ ALONSO ORTIZ. Valladolid, 1790.