El tránsito de la adolescencia a la vida adulta es uno de los temas recurrentes de la ficción y del cine de terror en particular: recordemos la española Verónica (Paco Plaza, 2017). Thelma, candidata Noruega para competir en los Oscar como película de habla no inglesa, nos habla de una joven (Eili Harboe), educada por estrictos padres cristianos, que sale al mundo exterior, a la ciudad, a la Universidad, y que por tanto se expone por primera vez a ideas diferentes sobre la ciencia, el sexo y el amor (lésbico). Pero Thelma no es una chica cualquiera. Hay algo de liberación -feminista- en el -terrorífico- descubrir del mundo de ella, tras una infancia que se adivina aislada y marcada por el fundamentalismo religioso. La película convierte este despertar en cine de terror: Thelma experimenta los cambios en su persona como si fueran signos del Apocalipsis: pájaros muertos, ráfagas de viento misteriosas, luces que parpadean y convulsiones que recuerdan a una posesión demoníaca. No debe ser casualidad que la película se desarrolle mediante momentos equivalentes a escenas bíblicas, como el sacrificio de Isaac, el mito de Caín y Abel, y sobre todo, la tentación de Eva por la serpiente, ese "demonio" que la hizo comer la manzana del árbol del conocimiento, y que provocó la expulsión del paraíso. El padre de Thelma (Henrik Rafaelsen) llega a decirle a su hija que "un poco de conocimiento no nos hace mejores que los demás". Con frialdad nórdica y una atmósfera inquietante, el director Joachim Trier -El amor es más fuerte que las bombas (2015)- desarrolla su historia mezclando realidad y sueño. Esto es terror psicológico, hasta que deja de serlo. El argumento plantea una historia radical sobre la culpa, sorprendente en su desenlace, que esconde varios giros que nos hacen replantearnos lo que vemos. Un elemento fantástico sirve como metáfora de la rebeldía y frustración de Thelma ante la imposición social de determinados comportamientos, tanto por parte de su familia ultraconservadora, como de una juventud falsamente libre, desprejuiciada solo en cuanto al sexo y el consumo de alcohol y drogas, pero igualmente discriminatoria contra cualquiera que no se corresponda con el modelo establecido. Thelma es un coming of age y recuerda inevitablemente al clásico Carrie (Brian De Palma, 1976), o a la reciente Crudo (Julia Ducournau, 2016), pero en un registro diferente, con su propia personalidad y ritmo. Y siendo Joachim primo de Lars Von Trier, podemos ver en Thelma una versión teenager de la perturbadora Anticristo (2009).