“They can work with Satan while they dress like the saints”

Por Calvodemora

Le tengo a Bowie el afecto que no le tengo a otros que me entusiasman lo mismo. De ese afecto nace una benevolencia hacia que lo hace, que casi siempre es bueno. De la benevolencia surge una minusvalía emocional que me impide seriamente ejercer con ferocidad la crítica de su trabajo. No entro en eso por lo de las piedras y el tejado propio, ya saben. Lleva este caballero acompañándome toda la vida y hay canciones suyas para casi todas las cosas importantes que me han sucedido. Por eso no he volcado en esta página de mis vicios una reseña que hice sobre The next day, su estupendo nuevo disco. Me lo impidieron cierto pudor y la idea de que nada que yo pudiera decir iba a aportar absolutamente nada. A lo que no me sustraigo es a no dejar caer por aquí, vía Vevo, el videoclip de la canción que da título al álbum. Las condiciones de uso del Youtube han provocado que sea retirada. Lo de siempre: hay sacerdotes lascivos, mujeres estigmatizadas, monjes aplicándose generosas raciones de alegre flagelo y altos cargos de la Iglesia a pie de barra de lo que parece un nightclub en blasfema comandita y el Mesías Bowie, impecable, emulando a Jesucristo, platicando a los fieles, concediéndoles la gracia de su talento y de su (hasta hoy al menos) absoluto dominio de los medios. Hoy no hay ninguno que no cuente que Bowie ha sacado disco nuevo y que el video que lo promociona es irreverente. De la irreverencia ha vivido este señor durante cinco décadas. A estas alturas, en este tramo de la historia, Bowie es en sí mismo un pequeño dios de lo suyo, un híbrido entre lo celestial y lo pedestre, un maestro de ceremonias perfecto que ha sabido como pocos salir de un siglo y entrar en otro y no perder en modo alguno la tenencia del talento. Lo tiene a destajo, aunque haya tenido épocas oscuras, batacazos mayúsculos y excentricidades. The next day es ambición pura y el primer disco, encima excelente, después de diez años en donde solo hemos tenido un doble en directo (Reality) que no fue tampoco nada del otro, excepción hecha de una versión sobresaliente de una pieza favorita de este cronista (Loving the alien). ¿Que los católicos americanos están enfadados? Pues eso está estupendo. El histrión está de vuelta. Que no tarde otros diez años en sacar un buen disco, en enfadar a los católicos americanos (y a los que en cualquier otro lado se duelan por la imaginería de su obra) o en hacer una gira, aunque haya dejado de ser (como el mejor Peter Gabriel) el mejor showman del mundo.