Thomas Bernhard.Mis premios.Traducción de Miguel Sáez.El libro de bolsillo. Alianza Editorial. Madrid, 2017.
Deseo a la Academia de Lengua y Poesía, a la que considero de lo más prescindible para Alemania y para todo el resto del mundo, y que sin duda es para los poetas (¡los que lo sean!) y los escritores (¡los que lo sean!) más perjudicial que útil, todo lo mejor con el señor Scheel. La Academia de Darmstadt (¡de Lengua y Poesía!) envía siempre automáticamente, cuando muere uno de sus miembros, una esquela, siempre con el mismo texto (sobre cuyo lenguaje y poesía podría discutirse). Tal vez pueda ver yo un día cómo envía una esquela en la que no recuerde a ninguno de sus dignos miembros, sino a sí misma.
Con ese párrafo corrosivo cerraba Thomas Bernhard el escrito con el que dimitía de la Academia de Lengua y Poesía de Darmstadt. Y ese texto –Sobre mi dimisión- cierra también Mis premios, el libro que Bernhard dejó inédito y preparado para la publicación a su muerte en 1989.
Se editó veinte años después en Alemania y ese mismo 2009 lo publicó en España Alianza Editorial con la traducción de Miguel Sáez que ahora se reedita en formato de bolsillo.
Es un volumen breve que contiene nueve relatos y tres discursos además del mencionado texto final: un conjunto que repasa las circunstancias que rodearon la concesión de cada premio, las ceremonias de entrega y los breves discursos de aceptación, improvisados a última hora.
De la mano de la expresión afilada y la mirada sarcástica de Berhnard, de su escritura acerada y ácida, el lector asiste a la peripecia cómica que rodeó la entrega del premio Grillparzer en una ceremonia de entrega en la que, a su lado, roncaba la Ministra de Ciencia: La ministra roncaba, aunque muy suavemente, roncaba, roncaba con el suave ronquido de los ministros, conocido en el mundo entero.
No es la única autoridad que sale malparada de estas páginas: hay también un ministro de Cultura austríaco que intentó pegarle tras el discurso crítico de aceptación de un premio en una ceremonia frustrada.
Son textos breves en los que brilla el humor punzante del narrador potente y directo que fue Berhard, la amargura cínica y autocrítica con la que enfoca sus contradicciones personales, la crítica de lo que rodeaba los premios, el abandono intempestivo de los protocolos y el elogio del dinero que le permitió comprarse el primer coche, que perdió poco después en un accidente, o pagar la entrada de su primera casa: una ruinosa granja en el campo.
Hay en estos textos constantes referencias autobiográficas: la estancia de tres meses entre moribundos en un sanatorio para enfermos pulmonares desahuciados, donde recibió la noticia del Premio del Círculo Cultural de la Industria Alemana que le entregaron en Ratisbona; su trabajo como aprendiz en una tienda de comestibles y como conductor de camiones de reparto de cerveza en Viena; su rechazo visceral a los ambientes literarios:
Si ya un poeta o escritor resulta ridículo y, donde quiera que sea, difícilmente soportable para la sociedad humana, ¡cuánto más ridícula e inaceptable resulta toda una horda de escritores y poetas, y de los que se tienen por tales, amontonados!
Santos Domínguez