Esta fue la tercera pelea entre las leyendas de los pesos pesados: Muhammed Alí y Joe Frazier; el colofón perfecto a su extrema rivalidad y el combate de sus vidas por definición. Un espectacular final, a una altura inalcanzable, y recordado como una de las escenas más impactantes, épicas y a la vez amargas de la historia del boxeo; plasmado en 132 incesantes minutos sobre la loneta. Alí llegaba exultante a Manila (Filipinas), había vencido contra todo pronóstico a Georges "Big" Foreman en el no menos antológico Rumble in the Jungle, tan sólo un año atrás, y defendido el título de campeón mundial tres veces en unos escasos tres meses, pero sus oponentes a decir verdad, en realidad distaban mucho de su portentosa calidad. Frazier en cambio, ahuyentaba cualquier atisbo de mediocridad y el prestigio que lo precedía, era a todas luces el pasaporte que Alí requería para demostrar el porqué de su reinado.
La pelea organizada por el hábil y siempre excéntrico promotor: Don King, era un acontecimiento no sólo pugilístico o profesional, sino que les reportaría a ambos luchadores una bolsa de desorbitadas proporciones, hasta antes nunca vista. No en vano, Alí se embolsó a su término 6 millones de $, que era el doble de lo que él y Joe habían recibido por los otros dos choques en total.
Alí al igual que las anteriores disputas, seguía con su verborrea desmesurada y no cejaba en los insultos, burlas y descalificaciones de baja estopa hacia el orgullo herido de "Smoking" Joe, e incluso en esta tercera ocasión, su acidez se tornaba aún más hiriente: Gorila, mono, ignorante o mofas sobre su maneras propias del guetto, representaron alguna de sus "lindezas". A las que Frazier por primera vez, parecía mostrar una pizca de malicia y crueldad: "Quiero hacerte daño directo al corazón", decía. El combate a diferencia de sus predecesores, no tuvo lugar en el mítico
Madison Square Garden neoyorquino, sino a 6 escasos kilómetros de la capital Filipina, en el coliseo de
Quezcon City ante unos 25000 espectadores enfervorizados, y televisado por cable para 700 millones de aficionados en 68 países alrededor del globo.
El duelo estaba listo para comenzar, en los primeros round Alí toma la iniciativa y no para de lanzar golpes contra el torso y cabeza de Smoking, mientras éste, en rabiosa abatidas consigue lastimarle los brazos y conectar algún que otro gancho abrasador. Poco a poco Frazier, va ganando terreno y Alí recurre a apoyarse contra las cuerdas (
su famoso Rope-a-dope, que tanto éxito le reportó contra Foreman), pero esta vez su táctica resulta desmontada, Joe no va a caer en el error. Incesante en sus embestidas, durante los asaltos sexto y octavo, Muhammed es castigado sin piedad. Aún así, Alí aguanta como nadie
¿Qué mantiene a este loco en pie?, se preguntaba a la desesperaba Frazier ante la imposible resistencia de su rival, sí "Hombre, yo lo golpeó con puñetazos que habían de derribar los muros de una ciudad".
Cuando llegan al décimo round, la furia titánica en el ring y el derroche constante de energía, comienzan a hacer su aparición; la fatiga y el desgaste, son síntomas claros del extraordinario esfuerzo de los dos. La asfixiante humedad, calor y presión en el ambiente no decaen, pero Alí con su resistencia, espíritu de gladiador y magia inusitada, todavía no ha mostrado la artillería. Certero y veloz en los movimientos, está será sin duda su última gran exhibición. A partir del undécimo asalto, el bombardeo sobre el rostro de Frazier es implacable, los largos brazos de Alí hacen gala de un repertorio de golpes: versátiles que asestados con rapidez, tienen al oponente a su entera disposición. De ahora en adelante, la cara de Joe tiende a la desfiguración: hinchada alrededor de los ojos con sus párpados reducidos a la mínima expresión, tanto que a partir del decimotercer asalto ya no le permitían ver (hasta el árbitro de la pelea lo tuvo que acompañar a la esquina, por su incapacidad para encontrarla). Exhausto con la sangre goteante por sus labios, era el más cruel ejemplo de tortura que el deporte nos haya podido ofrecer. !No puedo ver, no puedo ver!, !Enciende la luz!, exclamaba en sus agónicas súplicas. Frazier herido en su orgullo personal, en cambio no iba a dejarse vencer; disputó el decimocuarto asalto a pesar de su deplorable estado físico e intentó hasta el final mostrarse como el tenaz luchador que nunca tira la toalla, pero su entrenador Eddie Futch creyó acertadamente que el martirio era más que suficiente. Paró la pelea, esto había llegado demasiado lejos, aunque Frazier reticente criticara la decisión. Alí había vencido, sí pero ¿a qué precio?. Ambos estaban al límite de sus fuerzas. Alí momentos después de la pelea se desmayó en su esquina, con contusiones e inflamado todo su cuerpo, con posterioridad ha llegado a afirmar: "Ha sido mi experiencia más cercana a la muerte"; mientras Frazier, era un "cuadro de tristeza": su ojo izquierdo estaba totalmente cerrado y su figura lleno de hematomas apenas podía gesticular. El saldo de la batalla, no fue nada plausible, y sendas carreras quedaron tocadas para el resto de sus días. Una masacre en toda regla, podríamos decir, con la puesta en acción de dos colosos; donde como relataba el entrenador de Alí, Angelo Dundee, fue cuestión de resistencia y la diferencia estuvo en que: "Los dos chicos se quedaron sin gasolina, pero mi chico traía un tanque extra", a lo que el periodista Mark Kram, añadió: "De cualquier otra cosa que algún día se pueda decir acerca de Muhammad Ali, nunca podrán decir que no ha tenido valor o que no ha sido capaz de recibir un golpe". En definitiva, un toma y daca sensacional.
Alí y Frazier en 2003.
En lo que se refiere a su rivalidad personal, Alí siempre ha mantenido que sus mofas formaban parte del circo mediático orquestado en torno a la pelea; aunque avergonzado por su reprochable comportamiento , pidió perdón en años posteriores. Frazier, por su parte nunca ha reconocido su derrota en las dos peleas que perdió (Super fight II y Thrilla in Manila), no olvida el escarnio a su persona e incluso en más de una ocasión, ha insinuado que la enfermedad de Ali (Parkinson) es un castigo de Dios como replesalia contra su áctitud despota de épocas pasadas. Sea como fuere, el combate entre las hijas de Ali y Frazier, o el reciente documental de la HBO Thriller in Manila (John Dower, 2008) ponen de manifiesto que el hacha de guerra, en lo que concierne a Frazier, dista mucho de su entierro.
A continuación video de la pelea, del round 12 en adelante: