Tía Amapola llegó de La Habana y sin pasar por Go ni pagar 200 se fue derechito al cuarto de los santos.
Por el camino iba cantando " Cuando salí de Cuba, deje mi vida, dejé mi amor, cuando salí de Cuba, dejé enterrado mi corazón... ". Si no es porque la escucho cantando, hubiera jurado que tenía ganas de orinar porque daba pasitos cortos, con el culito apretado, sin ningún ritmo. Algo que ella llama "bailar".
Me llamó la atención que llevaba en la mano una cajita de madera como de tabacos habaneros de los caros y ella para rezar sólo usa tabaco barato de brujo. Así que la seguí. En la otra mano llevaba una botella de Havanna Club.
Puso la cajita sobre la mesa, frente al altar, levantó la tapa, y le roció adentro un buche del ron. Haciendo un esfuerzo, pude distinguir que dentro había como...