En su época Tiburón (1973) fue un éxito de ventas, pues Peter Benchley supo alterar la seguridad de los veraneantes estadounidenses con un miedo que, hasta la fecha, parecía ignorado. Para ello usó un lenguaje sencillo, cercano y coloquial, sin ningún tipo de artilugios. Es decir, una novela para devorar en apenas dos días.
El argumento de la historia es de sobras conocido, pues todo el mundo ha visto la película, aunque hay significativas variaciones que no desvelaré para no eliminar el componente sorpresa. Valga decir, a pesar de todo, que el enfoque que Peter Benchley le da a la novela se aparta de la versión de Steven Spielberg, tratando otros temas que no aparecen en la película.
El tratamiento de los personajes es sencillo pero gusta. Benchley crea un póker de personajes con cierto carisma y, en mi opinión el mayor éxito de la novela, que te los crees por lo cercanos que parecen. Así el agente Brody y su mujer Ellen, Hooper (bastante diferente a la película) y Quint se nos aparecen muy humanos, a la vez que muy diferentes entre ellos. Cada uno tiene su vida, su pasado y su forma de ver las cosas. Por si fuera poco, existen otros personajes que también gozan de cierto peso.
Otro de los aspectos que me han agradado son el tratar el tema emocional entre Ellen y Brody, un matrimonio que pasa por momentos difíciles. Esta subtrama ayuda a dar personalidad a los personajes, los humaniza y crea un vínculo de simpatía con el lector. Por otra parte, Benchley se atreve a tocar el tema de la corrupción local, un tema que se intuye en la película pero que ejerce de un peso importante en el libro.
¿Qué es lo que me falla de este libro? El final. Me ha parecido demasiado precipitado, como si el autor tuviera que finiquitar la caza antes de cruzar cierto número de página. Este detalle y la sencillez, para mi gusto demasiada, que usa en toda la novela.