Uno de los espectáculos más característicos de los primeros días del otoño es la berrea del ciervo (Cervus elaphus). En ésta época los machos tienen las cuernas totalmente desarrolladas y se encuentran en plena forma. Son suficientes las primeras lluvias del final del verano para que se empiecen a escuchar los inconfundibles bramidos de los venados que intentan impresionar a las hembras para que se apareen con ellos.
Cuando dos machos se encuentran, el más débil suele huir sin necesidad de enfrentamientos inútiles. Sólo cuando coinciden dos ejemplares de similar corpulencia se producen las luchas, en las que los dos machos entrelazan sus cuernas y se empujan para medir sus fuerzas. En la mayoría de los casos estas peleas son incruentas.
Solemos estar acostumbrados a ver por televisión la berrea de los ciervos en el centro y sur de la Península, donde el celo tiene lugar en grandes planicies donde los machos reunen harenes de varias decenas de hembras. En las montañas cantábricas todo es distinto. Los machos berrean desde las empinadas laderas y se escuchan mas que se ven. Por otra parte, los grupos de hembras que reune casa macho son mucho mas pequeños.
En poco tiempo la berrea habrá terminado, los machos habrán perdido casi un tercio de su peso después de varias semanas de grandes esfuerzos y sin apenas probar bocado . Su cuerna se les caerá a los pocos días y se retiraran a descansar y a recuperar fuerzas.