Nunca antes habían coincidido tantos canallas al mismo tiempo en condiciones de liderar las políticas de buena parte de las naciones del planeta, deshaciendo intencionadamente la red de derechos y consensos que, desde la última contienda mundial, han proporcionado décadas de paz, prosperidad y libertad, basados en la cooperación, la democracia, el intercambio entre iguales y el diálogo multilateral. Ahora se pretende regresar al aislacionismo, al egoísmo estatal y a la negación de todo lo que obstaculice nuestra potencialidad económica, se llame cambio climático, derechos humanos, libertad de información y opinión o la mismísima Organización Mundial del Comercio. Todas esas viejas certidumbres han sido cuestionadas y consideradas enemigas del progreso que perseguimos a cualquier precio. Hasta los seres humanos, que cruzan fronteras en busca de una oportunidad que no hallan en sus países de origen, se convierten, para estos canallas populistas, en delincuentes que vienen a robarnos o peligrosos terroristas que amenazan nuestras libertades y hacen tambalear los valores que sustentan nuestro modelo de sociedad.
Se unen a los Trump, Endogán, Maduro, Putin, Kim Jong-un, Al Asad y tantos otros esparcidos por el globo, que desvirtúan la democracia para lograr sus propósitos autoritarios y sectarios. Canallas que abandonan tratados para que los acuerdos sobre el clima, por ejemplo, no limiten sus industrias contaminantes; incumplen compromisos sobre reducción de armas atómicas, exponiendo al mundo a un nuevo período de guerra fría, para renovar arsenales con armamento infinitamente más destructivo; condenan a su pueblo al hambre y la pobreza por mantenerse en el poder mediante chanchullos electorales; incluso encarcelan periodistas independientes y opositores insobornables con tal de controlar toda opinión y que nadie contradiga la versión oficial; y hasta asesinan, descuartizan o hacen desaparecer a críticos con el poder, que no se avienen a las advertencias, en virtud de la impunidad que les otorga el petróleo y el dinero en abundancia, con capacidad de comprar conciencias. O no dudan en negar ayuda a refugiados a la deriva en barcos cercanos a sus costas y en movilizar al ejército para defender una frontera contra inmigrantes, familias enteras de civiles, que avanzan desesperados y sin futuro hacia los muros de la desfachatez inmoral y la incomprensión del canalla.
Son tiempos revueltos en los que andan a gusto todos esos canallas que tachan a los medios de comunicación, por cumplir con su función, de propagadores de mentiras y noticias falsas; líderes que provocan guerras comerciales o que amenazan con conflictos bélicos para aumentar su cuota de mercado e influencia económica en cualquier área del mundo que se les resista; gente que insulta, miente y manipula sin pudor ni vergüenza con tal de conseguir sus propósitos autoritarios y excluyentes, de los que obtienen réditos no confesados pero en absoluto coincidentes con los expuestos. Desgraciadamente, vivimos tiempos confusos que, por esa misma confusión, hemos elegido voluntariamente, engañados con promesas falsas de paraísos perdidos. Es tiempo de canallas.