Me perdonará el lector que trate de eludir la enormidad de citas y frases tópicas que nos anudan en estos tiempos cercanos a la celebración de la Navidad.
La gran verdad es que la conmemoración de la Natividad de Jesús, que ha venido celebrando el mundo cristiano se expandió a la celebración de un tiempo generalizado de hermanamiento, de afecto, de amor y de paz.
Pero pocos años ha durado la dulce y armoniosa época de la Navidad, porque el materialismo ha seguido invadiendo todos los ámbitos positivos y entrañables de la vida social, hasta el punto de que, por una parte, la Navidad se ha convertido en tiempo de fiesta casi sin espiritualidad, y en unas fechas paganizadas para las vacaciones, los viajes, las compras, las celebraciones, sin el norte que en su tiempo guio y ahora mismo debiera regir las vidas de los humanos con esencias cristianas.
Basta echar un vistazo a la realidad social para comprobar que la ansiada paz social, la ansiada armonía internacional, se han esfumado por mor de egoístas y materialistas deseos de poder, de dominio y de riqueza, en modo alguno inspirados, ni remotamente, en el mensaje evangélico que inspira el nacimiento de Jesús, que es lo que en definitiva se conmemora, o al menos así debiera ser.
En nuestro día a día impera la brutalidad de una guerra cada vez más viva y más sangrienta entre dos naciones casi hermanas, como son Ucrania y Rusia, que han sucumbido al ansia de poder de las oligarquías, y a las especulaciones escandalosas de las grandes potencias económicas, que solamente buscan engrosar la bolsa a base de acciones desprovistas de cualquier base humanitaria, y que producían, producen y probablemente seguirán causando el empobrecimiento cada vez más escandalosas de las etnias, de las naciones y de las gentes más débiles.
En cuanto a las naciones, repárese el caos violento e inmisericorde en que los partidos políticos han sumido esta España nuestra, en la que solamente importa mantenerse en el poder, romper a los adversarios, engrandecer las ganancias y las influencias, al socaire de una falsa política protectora de los más necesitados (incluyendo a las víctimas de las migraciones), en medio de una pérdida muy grave de las formas y normas de convivencia, hasta el punto de que las redes sociales semejan más un basurero que un medio de difusión cultural y que lo importante es aquello de “insulta, que algo queda”.
Lo triste es que cada vez estamos más apegados a la falta de espiritualidad y de ética que debieran ser las pautas de una conmemoración tan bella y transcendente como que el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana para ejecutar el plan divino de la redención.
Se me podrá reprochar, quizás, que la vida es no solamente espiritualidad, pero a ello replico que en nada daña sino todo lo contrario, la reflexión ética y profunda sobre la motivación de la Navidad convertida en una celebración mundana y alejada de los contenidos que la inspiran.
Me perdonará el lector mi, tal vez, demasiado personalista comentario acerca del tiempo de Navidad en los momentos actuales, pero ello me permite que haga votos porque en estas fiestas de profunda convivencias personal, familiar y social todos aquellos pue puedan leer estas disquisiciones, las compartan o no, sientan en su espíritu el halo de luz, de paz y de amor que nos deben envolver en estas conmemoraciones.
A mi esposa, a mis hijos, padres y parientes; a los amigos; a los conocidos (incluyendo los que ya presumo que celebran Allá arriba la Navidad auténtica) y a los desconocidos, vaya sobre todo mi abrazo emocionado de afecto, deseos de amor, bienestar y paz.
Que no en balde hace más de dos mil años en Belén de Judá, Dios se hizo Hombre para redimír al género humano.
¿No escucháis acaso, hermanos, ese clamor en el cielo?
¿No os llega un gran brote de consuelo en vuestro corazón humano?
¡GOZAD DE LA NAVIDAD!
¡HACED PROPIA LA NAVIDAD!
¡SED FELICES Y HACED FELICES A LOS DEMÁS!
"Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año" Charles Dickens(1812-1870) Escritor y novelista inglés.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA