Tiempo y Motivación

Por Av3ntura

No son pocas las veces en que dejamos de hacer muchas cosas o no osamos empezar a hacerlas escudándonos en la supuesta falta de tiempo. “Ahora no es el momento”, “tengo demasiado lío en el trabajo” o “el día sólo tiene veinticuatro horas" son algunas de esas excusas con las que intentamos convencernos a nosotros mismos y convencer a los demás.

Pero, ¿se corresponden esas excusas con nuestra realidad?

Pasar por situaciones tan atípicas como la del confinamiento que nos ha tocado afrontar nos da la oportunidad de disponer de mucho más tiempo. Pero, inmersos en esa nueva realidad que nos deja muchas horas de la agenda vacías, descubrimos muchas veces que tenemos más tiempo, pero seguimos sin hacer muchas de las cosas que nos gustaría poder hacer poniéndonos nuevas excusas relacionadas con la motivación: “Si tuviese ganas haría esto o lo otro, pero no me veo con ánimos”. De nuevo recurrimos al autoengaño para justificar nuestra falta de iniciativa y nuestra desidia.

Imagen de Piqsels

Las personas que de verdad quieren hacer algo, lo hacen sin más. Les da igual sacrificar horas de sueño, salidas con la familia o con los amigos o saltarse alguna de sus comidas para llegar a tiempo a todo lo que se proponen hacer. Sus días sólo tienen veinticuatro horas, igual que los de todos los demás. Pero ellos han aprendido a optimizar su tiempo, dejando de perderlo.

¿Nos hemos preguntado alguna vez cuánto tiempo invertimos en excusarnos por algo? ¿Hemos pensado alguna vez la de horas que perdemos al cabo de la semana delante de la llamada caja tonta tragándonos programas infumables y dándole credibilidad al discurso de tantos impresentables?

Si invirtiésemos ese tiempo en empezar algo que nos atraiga de verdad, ni que fuese dedicándole media hora cada día, al cabo de la semana habríamos conseguido rescatar tres horas y media de nuestro tiempo. Un tiempo precioso que podemos dedicar a aprender un nuevo idioma o alguna actividad que nos motive, a hacer gimnasia, a pasear, a leer, a crear contenidos interesantes o, sencillamente, a cuidarnos más, yendo a comprar con más sentido crítico y procurándonos una alimentación que nos permita estar más sanos.

En cuanto a la motivación, podemos pasar la vida esperando que nos entren las ganas de hacer algo y que esto no llegue a suceder nunca. Porque la motivación es como el hambre, hay que entrenarla cada día. Igual puedes pasarte el día enfrascado en el trabajo hasta el punto de llegar a olvidarte de que tienes que parar para comer. Pero, en cuanto llegas a casa, si abres la nevera y empiezas a picar, ya no puedes parar y arrasarías con todo. De igual manera, podemos pasar de no tener ganas de hacer nada a llegar a distraernos con algo hasta el punto de no poder dejarlo. Lo que nos cuesta no es hacer las cosas, sino empezarlas. Dar el primer paso y comprometernos a seguir caminando en la dirección que hemos descubierto.

Hay personas que se pasan la vida entera quejándose de no haber podido vivir como les habría gustado por haber tenido que pasar todo su tiempo trabajando, sin opción viable de haberse podido formar en profesiones distintas. Pero seguro que nunca se han parado a pensar en el tiempo que han llegado a dedicar a esas quejas. Si lo hubiesen invertido en leer, en conocer a otras personas, en abrirse a otras realidades, igual sus vidas no habrían diferido mucho de las que han tenido, pero sus sensaciones habrían sido muy distintas y, en lugar de mostrar su decepción, se sentirían más a gusto dentro de sus propias realidades.

La falta de iniciativa, la desidia y la queja son algunos de los grandes enemigos de la motivación. Pero, lejos de reconocerles como pobladores de nuestras propias mentes, lo que acostumbramos a hacer es ignorarlos y echarle la culpa de todo al tiempo, que pasa demasiado rápido y no nos permite llegar a todo.

¿Cómo disponer de más tiempo sin morirnos de estrés?

Simplemente aprendiendo a organizarnos mejor. A distinguir lo importante y urgente de lo que puede esperar. A no ponernos nerviosos ni bloquearnos antes de empezar a afrontar lo que sea que tengamos que gestionar. A no agobiarnos pensando que no seremos capaces de hacer algo. A no tener miedo de lo que pueda pasar, sino adaptarnos al cambio y acabar fluyendo con él.

Imagen de Piqsels

Sólo fracasamos de verdad en todo aquello que no nos hemos atrevido a intentar. Bien por falta de tiempo, bien por falta de ganas o por la combinación de ambas cosas. Si queremos algo de verdad, el tiempo y las ganas siempre serán factores muy relativos.

Las ganas, como la inspiración, han de encontrarnos trabajando, como bien decía Einstein. Aunque no tengamos claras las ideas, aunque no tengamos muy definido el camino que vamos a tomar, aunque vayamos en zapatillas de estar por casa y nos tropecemos con una montaña que nos veamos obligados a escalar para cruzar al otro lado. De vernos en esa tesitura, siempre podemos recular, ir a casa a buscar unas buenas botas y un equipo de escalada y regresar por el mismo camino para cruzar la montaña y llegar a dónde tengamos que llegar.

Si algo tiene de mágica la vida es la incertidumbre que la acompaña siempre. Ese no saber qué pasará, qué nos encontraremos al doblar la esquina, cómo amanecerá el cielo, como se dormirá esa noche el mar.

Hagamos que toda esa magia no se nos pase de largo escudándonos en que no tenemos tiempo ni ganas de tratar de captarla. Que no se nos escape nuestro tiempo mirando por la caja tonta cómo transcurre, supuestamente, el tiempo de los demás.

Si de algo no podemos tener tiempo es de perdernos nuestra propia vida.

Estrella Pisa

Psicóloga col. 13749