Tiempos Bastardos

Publicado el 06 enero 2013 por Alma De Frontera @almadefrontera

Incapaces de evadir por más tiempo la realidad social de Iberia tomamos hoy las riendas de la contemporaneidad. Crisis, desempleo, necesidad, incertidumbre... estos son los temas que priman la actualidad, aunque hay algo de revival y deja vu en el dramático despeñadero de España en estos tiempos. Ahora que los gustos y las modas se envuelven en las etiquetas de lo retro y lo vintage, no está de más recordar que este ha sido el panorama natural hispánico desde los lejanos días del cambio de régimen e incluso antes. Quienes tuvieron que emigrar en los sesenta o quienes pasaron buena parte de los años noventa al sol, asentirán por la parte que les tocó vivir. 

¿Cómo pudo pasar?, se preguntarán algunos. Bien, nos interesa más apuntar al menú de esta profunda infección. Liguemos un desempleo desbocado y sin parangón en el resto de Europauna masa laboral escasamente cualificada y dotada de posibilidades para la movilidad geográfica y funcional, una clase empresarial carente de visión comercial tanto como de escrúpulos, sin más postulado que el enrriquecimiento rápido y a toda costa (bien sea a través de márgenes abusivos, trapacerías sin fin a mercados y consumidores, y la contumaz explotación de sus empleados), añadamos el ingrediente del asalto a los recursos públicos por la casta política, al servicio del interés personal y de sus partidos, verdaderos ejes de poder de la nación; y tendremos al fin el caldo de cultivo apropiado para una corrupción sistémica que abarca cualquier ámbito del escalafón social, desde el que conspira por su supervivencia a aquel otro corrupto superado por la codicia y el exceso, del consumidor de a pie a las altas instancias del Estado y la Monarquía. Sin poner solución a estos agentes la indigestión solo era cuestión de tiempo.


Los malos tiempos han venido porque en el fondo nunca se fueron. Siempre estuvieron ahí, parapetados tras la fugaz cifra de un 15 por ciento de paro en su mejor período de invisibilidad, junto a otros elementos tan reveladores como los pobres índices en el desarrollo de la educación, la nula competitividad empresarial, la hipócrita extensión del estado de bienestar, la raquítica salud democrática de las instituciones públicas y la completa desactivación de la sociedad civil. Por más que los destellos de las burbujas inmobiliaria y política hicieran creer en el espejismo de una vieja nación resurgiendo de sus cenizas, tenida en cuenta en Europa y paradigma de cambio y progreso en el mundo, lo cierto es que aquello fue tan solo un pomposo baile de máscaras del que todo el mundo resultó beneficiado a todos los niveles (social, económico, internacional...), bien fuese por operaciones económicas con abultadas ganancias (remember the pelotazo) o la simple obtención de un sueldo a fin de mes mediante el cual edificar un proyecto vital. 

Lo verdaderamente extraordinario de aquella bonanza fue que lograse absorver las capacidades de toda una generación de personas, quienes a su vez pusieron en circulación sus más íntimos anhelos e ilusiones, lo que retroalimentó la confianza general hasta el punto que muchos perdieran de vista los débiles cimientos sobre los que se edificaba la prosperidad española. Nadie advirtió del tsunami mientras se surfeaban las olas, el Gobierno el primero, ...!y el último!, persuadido que una realidad incómoda le haría perder las elecciones, negando el colapso hasta el mismo momento en que sus efectos amenazaron la economía global y fue forzado a la rectificación desde el extranjero. El mismo estúpido Gobierno que otorgaba títulos de patriotismo públicamente a quien favoreciese a sus intereses. Su Presidente llegó a decir: "España juega en la Champions League de la economía". Y lo dijo sin atisbo de rubor, el mismo rubor que intuímos ahora en nuestros lectores españoles. 


He aquí algunos de los principales implicados en la debacle española. Políticos, banqueros, empresaurios, periodistas, aristócratas..., por acción u omisión TODOS SON CULPABLES.

Demasiado bonito para durar, demasiado fácil para ser cierto. He aquí el desastre, como los que compungieron a quienes vivieron las primeras décadas de los siglos que nos precedieron. De nuevo la España trágica, invariablemente asistida por duelos y quebrantos. De momento hay que pagar la cuenta de la fiesta: el despilfarro y el saqueo de la economía nacional por parte de banqueros y corruptos; y a todas luces que los deudos piensan cobrarse con la sangre, el sudor y las lágrimas de quienes menos pueden defenderse, servidos ahora en bandeja de plata por otro Gobierno, éste despiadado y  revanchista, altivo desde el trono de la tiranía/mayoría absoluta. 


Los malos tiempos heredados de aquella ola de despropósitos han llegado para sentarse a la mesa de los españoles. Son bastardos sí, porque pocos podrán reconocerse en ellos cuando tan solo se limitaron a vivir con honestidad y trabajo. La cantinela que asegura que "los españoles han vivido por encima de sus posibilidades" es una falacia atroz contra una ciudadanía privada del bien primordial del empleo y el sustento, desbordada a la vez por recortes y tasas abusivos. Una burla cruel que debería ser tatuada con saña en el pellejo de los directivos de banca jubilados con indemnizaciones millonarias, los consejeros políticos de las grandes compañías y, en general, de todos cuantos se lucraron y consintieron en encumbrar un espejismo a sabiendas que acarrearía la pobreza, la angustia y la zozobra a la sociedad española, como nunca antes se recuerda. 

Estas líneas de denuncia no pueden obviar una realidad silente. España es algo más que una gruta maravillosa poblada de ladrones y pícaros, de facciosos ultramontanos, inquisidores sanguinarios y autoritarios de cualquier signo. Su verdadero aval es la capacidad de sufrimiento y supervivencia de sus ciudadanos, puestas a prueba mil veces a través de los siglos. El día que los españoles se pongan en pie, den un paso al frente (como ya lo hacen quienes vienen ejerciendo el voluntariado, la acción solidaria, la cooperación internacional o el auxilio social de los desfavorecidos) y logren alzar la voz de la cordura sobre el tumulto de las banderías de los medios de comunicación, la trifulca interesada y ensimismada de la casta política y el latrocinio de sus despojos por la jauría que domina el poder económico (más propia de los tiempos de Dickens que de el siglo XXI), ese día la sociedad española recuperará su dignidad arrebatada, pondrá coto de una vez a la vorágine involutiva y podrá de nuevo sentirse dueña de su destino. Esa será la hora de los verdaderos patriotas, aquellos hombres y mujeres, justos y honestos, que creen y sueñan con una España en paz, de ciudadanos libres e iguales, en democracia y libertad

Hasta ese día incierto el reto es sobrevivir. La nave navega a la deriva, el rumbo marcado enfila a vaivenes los escollos y peñascos de la necesidad y la miseria, mientras la tripulación prosigue su porfía por hurtar las provisiones del pasaje. Humildemente solo podemos decirles:

!Españoles, luchen por sus vidas! ...y buena suerte.