Vivir,
en la violencia sorda que destroza el oído
a golpes de locura oculta entre los pliegues.
Vivir,
y olvidar que acecha, que amenaza,
para poder sonreír en las aceras pobladas,
para dormir el sueño de la luna blanca,
de las estrellas que no vomitan al alba.
Vivir,
ahuyentando el estrépito hasta que te alcanza,
hasta que la noche y el dolor te atrapan,
y respirar,
para dejar de preguntarte cuándo vivir
se convirtió en una trampa.
Mariaje López.
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