Tiempos de guerra

Publicado el 17 marzo 2020 por Abel Ros

El sábado por la tarde, horas antes de que Sánchez declarara el Estado de Alarma, fui al Capri. Necesitaba, la verdad sea dicha, saludar a Peter. Allí, a un taburete del mío, estaba Gregorio. Gregorio es un octogenario, de las tripas de mi pueblo, que luchó como ninguno contra las tropas de Paco. Tras hablar del coronavirus, del bicho que azota al mundo y pone en jaque nuestras vidas, me comentaba que la cuarentena abriría las heridas de la guerra. Y las abriría, me decía, porque - aunque sea por causas diferentes - se reproducen emociones y escenarios similares. Se reproduce el miedo a salir a la calle y la falta de libertad. Se reviven las angustias de vivir entre los barrotes de las celdas. Y se recrean, claro que sí, paisajes paralelos a los sistemas militarizados. La represión de las libertades y la presencia del ejército ponen en cuarentena los estribillos democráticos.

En tiempos de guerra, me decía Gregorio mientras fumaba su Ducados, los ciudadanos temían al enemigo. Temían a que, el día menos pensado, amanecieran maniatados en las cunetas de sus pueblos. Ese temor al otro es el mismo que hoy, millones de españoles, tememos ante el coronavirus. Un enemigo que amenaza nuestras vidas, limita nuestras libertades y atenta contra nuestra integridad física y psíquica. En la contienda civil se produjo una especie de desconfianza y guerra fría entre civiles. Se produjo, me decía este señor, un lubricante de sospecha que infectaba de tensión las relaciones callejeras. Una sospecha parecida a la que hoy transmitimos cuando alguien tose cerca de nosotros. Sospechas basadas en la alianza del vecino con el credo del enemigo. Una alianza que convertía a las personas en transportadoras de maleza. Una maleza, como les digo, que destruía las relaciones e infectaba los hogares de asco, dolor y miedo. Eran tiempos de guerra. Tiempos de bandos y repulsa al enemigo.

"En aquellos tiempos - en palabras de Gregorio - los Estados de Alarma destruyeron la democracia y la transformaron en dictadura. Fue tanto lo que duró la cuarentena que hoy, casi medio siglo después, revivo con dolor aquellos meses encerrado en el patio de mi casa. Encierros sin Internet, sin móviles ni wasap. Encierros sin comida. Encierros de millones de analfabetos sin un mendrugo de pan que llevarnos a la boca. El llanto desesperado de los niños inundaba de tensión el paseo silencioso de los uniformados. Fueron meses duros. Durísimos para los míos. Meses donde las cuarentenas se interrumpían por la irrupción del paseíllo". Hoy, España está en cuarentena. Una cuarentena por causas bien distintas a los tiempos de guerra. Pero una cuarentena que revive las angustias del pasado. Angustias en forma de incertidumbre, de problemas económicos y temeridad ante el enemigo. En tiempos de guerra, la gente contaba los minutos al calor de sus hogueras. Minutos de diálogo, de riñas familiares y gemidos clandestinos.

Por Abel Ros, el 17 marzo 2020

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