No hay duda que vivimos tiempos inéditos, también es el momento de la polarización; por un lado, están los que creen que cada vez que comparten un contenido en Facebook están haciendo un acto heroico que detendrá el mundo y marcará un antes y un después. Por el otro, están los que creen que las redes sociales son una estupidez y no sirven para nada. Ambos se equivocan: la subestimación de las redes es un camino tan equivocado como la sobrestimación de las mismas, ambas posturas son una simplificación vulgar de la actualidad.
Lo que sí es cierto, es que después del famoso #bringoursgirlsback las niñas nigerianas no volvieron, y no fue por falta de replicar el mensaje: desde los artistas en el Festival de Cannes hasta la Primera Dama de los Estados Unidos se hicieron eco de la súplica, y lo último que sabemos es que Boko Haram ha pedido 800 vacas para liberar 20 niñas, así es la unidad de medida de la secta islamista. Ahora, lo que no se puede negar, es que sin las redes sociales no nos enteraríamos de que existe un grupo aborrecible como este, y que hay montones de niñas abusadas a diario, porque hay otro mundo más allá de occidente.
Sé perfectamente que la historia no es especulativa, pero me pregunto qué hubiera pasado si durante el genocidio de Ruanda hubieran existido las redes sociales. Capaz nos hubiéramos enterado de la situación antes del millón de muertos. Lo más probable es que nos enteráramos al medio millón, pero el resultado no iba a ser muy distinto, lastimosamente. El poder ciudadano, no depende solo de los canales para ejercerlo, depende mucho de la capacidad, la formación y la organización de los ciudadanos.
Las redes sociales en nuestros días son una oportunidad fascinante para lograr cosas, pero no en un ambiente cómodo y mucho menos fácil, para lograr resultados no basta llenar una plaza y gritar muy duro, pues tampoco basta con hacer clic a todo y creer que estamos cambiando el mundo desde nuestro sofá. Quizás más que nunca haga falta la educación y la astucia para no caer en trampas, porque los malos también saben usar las redes para su beneficio. El mayor problema que enfrenta el poder ciudadano, y su ejercicio, es que al poder formal no le conviene, así que es tarea de cada uno arrimar el hombro para que el poder no tenga más remedio que ceder espacios, cosa que le hace poca gracia.
Al final de este cuento, es bueno que usted se entere de las tragedias que se viven en el otro lado del mundo, y se conmueva, y hasta le arruine una cena mientras ve el noticiero; ahora, también sería lindo que un día ayude verdaderamente o colabore con alguien que lo necesite, y esté a su lado, o a menos de cien metros de distancia, échele una mano o conmuévase con alguien a quien no hayan etiquetado.