Es posible que las grandes figuras se forjaran gracias a problemas inmensos y que un Winston Churchill necesitase de una guerra mundial para estimular su ingenio y su enorme potencial con los que logró que su país, mediante la promesa de “sangre, sudor y lágrimas”, hiciera frente a las adversidades y consiguiera superar los obstáculos. Era capaz de intuir el futuro y de sacudir las consciencias para encarar ese futuro con determinación, energía y credibilidad. Y, como él, también Charles De Gaulle, el enhiesto militar francés que posibilitó la Francialibre, liderando la resistencia a la invasión nazi de su país, creando la Quinta República, que perdura hasta hoy, y recuperando el protagonismo internacional de Francia, para que volviera asumir su “grandeza”, más o menos merecida.
Eran hombres –y mujeres- que sobresalieron de la mediocridad de la mayoría de los gobernantes de su tiempo y que confiaron su prestigio a un futuro que sólo ellos vislumbraron al alcance de sus manos y de las potencialidades de sus países, si conseguían que todos remaran en la misma dirección. Ejercieron su liderazgo en tiempos tan convulsos o más que los actuales, en medio de guerras, enfrentamientos y otros grandes desafíos, en los que la política exigía altura de miras, convicciones firmes pero al mismo tiempo actitudes amplias para el entendimiento, el diálogo y la persuasión, sin deberse al rédito político inmediato ni a la conveniencia partidista egoísta que se sobrepone al interés general de la nación. Recordar sus nombres, dignos mandatarios de todas las ideologías,es hacer un ejercicio de pesimismo intelectual, moral y político si se comparan con los miserables e ineptos que hoy en día pretenden emularlos sin estar capacitados. Nombres como Kennedy, Mitterrand, Gandhi, Gorbachov, Mandela, incluso Clinton, Brand y otros que supieron legar a sus ciudadanos un mundo mejor en derechos, seguridad, libertades, bienestar, progreso y dignidad.
Ningún pueblo se los merece aunque los vote. Pero es bochornoso que, cuando más instrumentos y conocimientos existen en el planeta para combatir calamidades y desigualdades, emerjan políticos tan infames, ineptos pero sumamente peligrosos, por carecer de escrúpulos para la rapiña y la mentira, como Trump, Putin, Maduro, May, Netanyahu, Kim Jung-un… y Rajoy, por citar sólo a los más reconocibles de nuestro entorno. Dignos sucesores de aquellos impresentables, entre ególatras, cleptómanos, alcohólicos o acomplejados patológicos, como Bush (padre e hijo), Berlusconi, Aznar, Blair, Sarkozy y muchos otros, que contaminaron la política de rufianismo y vulgaridad. Entre dictadores, populistas, magnates, corruptos e ineptos, no hay más remedio que reconocer que, definitivamente, vivimos en la época de la mediocridad política. Para llorar, si ello sirviera de algo.