¿Tienes una oveja roja en tu familia? Ojito…

Publicado el 15 diciembre 2016 por Rosa Valle @RosaMValle

Ni las negras ni las moradas. Las ovejas chungas son las rojas. Lejos de ahogarse en su propio veneno, saben echarlo muy bien hacia fuera y causar indignación, queme, impotencia y dolor, por este orden riguroso, allá donde meten sus pezuñonas

Qué complicado es cuando el diablo te pincha con la tridente (repetidas veces y en las partes altas y bajas) dominar los instintos. Esas máximas de «no hay mejor desprecio que no hacer aprecio», «no te rebajes a su nivel», «no le entres al trapo, que es lo que desea» se tornan difíciles de aplicar en esa tesitura.

Siempre he tenido claro que, cuando una mala persona quiere hacer el mal, no hay forma de impedírselo. Si un tío quiere entrar allá donde sea con una pistola y causar una carnicería, no hay política de seguridad ni policía ni mucho menos concepto sobrehumano (justicia, ética, moral) que lo impida. Es muy fácil hacer el mal. En el mundo grande, en el mundo pequeño; en la política, en la empresa. En la familia.

Engendro híbrido de demonio y oveja roja.

En la familia.

Ovejas negras las hay en todas las familias, ya se sabe. Pero las ovejas negras son bóvidos descarriados. Inmerecidamente tienen mala prensa desde los inicios bíblicos cuando, en realidad, resultan inofensivas.

Las ovejas chungas son las rojas. No moradas, no, que no se ahogan con su propio veneno. Ese veneno saben echarlo muy bien hacia fuera y causar indignación, queme, impotencia y dolor, por este orden riguroso, allá donde meten sus pezuñonas.

Criaturas animales híbridas

En realidad, las ovejas rojas –criaturas de Lucifer- son animales híbridos. Tienen un poco de víbora, otro cachín de león, mucho de rata inmunda, otro tanto de avispa puñetera.

Su afán por putear al prójimo nace de la envidia cochina al verse repelida por el resto de congéneres del redil.

Son peligrosas, no hay duda. Conviene mantenerse lejos de ellas, claro, pero cuando a las muy ‘odidas’ les da por hacer blanco en ti… no hay escapatoria.

En esta sociedad hecha al revés, donde los buenos son tontos y los HdP ganan, las leyes les amparan. Por eso manejan, hacen y deshacen, presumen de y pasean su maldad. Aparte de la envidia les mueve el afán de protagonismo.

Se les puede aplicar el refrán «dime de qué presumes y te diré de lo que careces». Ética, humana y hasta culturalmente no suelen llegarles ni a la suela de los zapatos a sus víctimas.

Frente a ellos, solo nos queda la pataleta vital. Patalea, patalea… ellos, ellas, tienen la sartén por el mango. Siempre la han tenido desde que el mundo es mundo y la seguirán teniendo.

Qué mala suerte tener un espécimen de estos en la familia. Y ojito, que tiene un alto componente hereditario. Otro refrán que me viene al pelo para este asunto: «De tal palo tal astilla». Y con plus-plus. Porque esta especie se refina generación a generación. Su veneno, como la tecnología, avanza a pasos agigantados.

¿Somos malos por desearles el mal a las ovejas rojas? Seámoslo. Ante estos elementos tóxicos, yo dejo de ser cristiana. Les deseo (y me beso el corazón y el pulgar) lo peor de lo peor. Engendros.

Necesitaría otras 10.000 terapias de pataleta como ésta para aligerar la congoja que me causan. Ainssss. Frente a ellas no me funciona el fush fush.