Hitler siempre será inmortal. Cumplir nuestra obligación de no olvidar su inmenso crimen nos obliga a aceptar que nos espera en el futuro. Es una maldición ineludible, pero ¿evitará que los hombres vuelvan a destruir de forma industrial a los hombres? En el subtítulo de ‘Tierra negra’ – ‘El Holocausto como historia y advertencia’ – Timothy Snyder explica el porqué de su relato. Y, sí, la respuesta es más difícil de asumir que la maldición hitleriana.
Alimentado por frustraciones personales y colectivas, Hitler concluyó que el pueblo judío debía ser eliminado. En la cosmovisión de ‘Mi lucha’, tanto el comunismo como el capitalismo eran invenciones judías. En una (con)fusión de ciencia y política, Hitler se apropió de la palabra ‘Lebensraum’ – originalmente un término científico – para defender la necesidad alemana de tener un ‘espacio vital’ que garantizase su supervivencia.
En el Este eslavo estaban las tierras que Hitler ambicionaba. Y, también, millones de judíos. “Debes morir para que nosotros podamos vivir”, dice Bruno Müller al niño que sostiene en sus brazos antes de ejecutarlo. Es una escena tan cruel que parece inverosímil. No es un detalle menor que Müller fuese abogado. Más que una marioneta que Hitler maneja como un ventrílocuo, el comandante del ‘Einsatzkommando’ es uno de los miles de verdugos que se esforzaron para materializar los crímenes que el líder nazi imaginó en palabras. No todos fueron SS. No todos fueron alemanes.
El Holocausto comenzó en ese Este doblemente conquistado. No es casual que el gigantesco Auschwitz, el monstruo que simboliza y oculta, para Snyder, la complejidad del Holocausto, estuviera en Polonia. “Si había que erradicar al pueblo judío del planeta – escribe Snyder -, primero había que separarlo del Estado”. El Holocausto triunfó donde los estados fueron previamente destruidos: primero por la ocupación soviética y, después, por la invasión alemana. En Estonia, el 99% de los judíos fue asesinado. En Dinamarca, el 99% sobrevivió.
“Dondequiera que el Estado había sido destruido – sostiene Snyder – , ya fuese por los alemanes, por los soviéticos o por ambos, casi todos los judíos fueron asesinados. El Holocausto dio comienzo bajo la forma de campañas de ejecución masiva en tierras donde el Estado había sido destruido por partida doble en una rápida sucesión, primero el Estado nación anterior a la guerra a manos de los soviéticos, y después el aparato soviético a manos de los alemanes”. El ‘éxito’ nazi en el exterminio de los judíos del Este era una forma de encubrir su derrota.
Contar el Holocausto desde un punto de vista nuevo implica también riesgos. Snyder los sortea con una narración ágil y didáctica, que detalla la complejidad de la Europa antisemita de los años treinta. “Compartimos el planeta de Hitler y varias de sus preocupaciones, hemos cambiado menos de lo que creemos”, advierte Snyder. Tal vez baste con que el cambio climático cree situaciones catastróficas para reivindicar la necesidad de un ‘espacio vital’. Y con él, un pueblo al que culpar… y destruir. Tal vez la inmortalidad de Hitler no baste para salvarnos.
‘Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia’. Timothy Snyder. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2015. 528 páginas, 24, 90 euros.
Pd.: En este enlace podéis leer las primeras páginas. He dudado en ilustrar la entrada con este Hitler sonriente, que acaricia a niños, los alza en brazos o les escucha con atención, como el padre entregado que nunca fue. La Segunda Guerra Mundial aún no ha empezado y los siniestros sueños nazis aún no se han hecho realidad. El monstruo se muestra peligrosamente encantador. Pero sabemos lo que va a pasar, por eso estos retratos me parecen tan inquietantes.