Es difícil hacer la visita al pueblo sin la compañía de un guía y aunque nos apetecía ir por libre, nos lo desaconsejaron. La chica que nos acompañó como guía era una joven universitaria que aprovecha las vacaciones para ganarse un dinero. Todos los guías son miembros de la comunidad y parte del dinero que cobran por la visita revierte en mejoras para el pueblo, al menos así nos lo hicieron creer.
A la guía le gusta hablar del carácter guerrero de su pueblo y de la lucha por mantenerse en su territorio.
El hecho es que hoy en día el 60% de los habitantes de Khula no tienen un trabajo estable y viven de lo que pueden.
Hay zonas con grandes árboles que dan buena sombra, como los mangos y aguacates. Algunas mujeres lavan la ropa dentro de pequeños barreños de plástico y por todas partes se ve ropa tendida.
Unas pocas casas destacan entre la mayoría. Según nos explican, las ha mandado construir el Gobierno y son las viviendas de los maestros. La escuela consiste en un conjunto de edificios pintados de un color amarillo anaranjado y la guía orgullosa nos cuenta que hace pocos años la visitó el príncipe Carlos de Inglaterra durante su viaje a Sudáfrica. Al ser sábado la escuela se encuentra vacía pero además estará cerrada durante tres semanas por vacaciones de invierno. La totalidad de las clases se imparten en inglés y el zulú es una asignatura más.
Khula también tiene instituto de secundaria y dos guarderías, un consultorio donde el médico acude una vez por semana y una pequeña oficina de correos.
Entramos en una casa donde una joven está confeccionando los mats, las típicas estoras de paja, tanto las grandes que se utilizan para sentarse o tumbarse en el suelo, como las pequeñas de colorines que se utilizan como decoración. Parece fácil y tenemos la oportunidad de demostrar nuestras habilidades.
En cuanto al aspecto religioso creen en la existencia de un dios del creador (Nkulunkulu), que influye en los asuntos de las personas.Para influir positivamente en el mundo de los espíritus es necesario invocar a los antepasados (AmaDlozi) a través de los procesos de adivinación. Los adivinos, que casi siempre son mujeres cuentan con una gran importancia de la vida cotidiana del pueblo zulú. Se cree que todas las cosas malas, incluso la muerte, son el resultado de la hechicería maligna o de los espíritus ofendidos de los antepasados. Ningún infortunio se ve en la vida como el resultado de causas naturales. Otro aspecto importante de la religión zulú es la limpieza. Tradicionalmente, se usaban platos y cubiertos diferentes para comidas diferentes y era obligatorio el baño tres veces al día.
Un 50% de la población de Khula sigue las doctrinas de la Iglesia Baptista de Nazareth y cada sábado se celebran dos ceremonias, la matinal de 8 a 11 y otra por la tarde después de comer. Tenemos la suerte de poder acudir a una de ellas. La ceremonia tiene lugar bajo una gran arboleda. Todos los asistentes dejan los zapatos y sus pertenencias bajo los árboles, en un lugar un poco alejado y se sientan en el suelo sobre las estoras de paja formando un círculo en diferentes filas y en el centro una representación de Shembe en forma de ofrenda.
Cuando nos ven, unas mujeres nos ofrecen unas toallas de playa para que nos sentemos junto a ellas.
En el pueblo se ve poco ambiente ya que muchos de ellos están en la celebración religiosa. A pesar de ello, existen otras creencias. Pasamos por delante de un edificio pintado de un vistoso color azul que pertenece a una iglesia de ritual animista en la que se veneran los antepasados.
Llegamos a la cabaña de la sangoma o curandera. Cualquier persona puede ser sangoma sea hombre, mujer, niño o niña pero debe acceder por herencia familiar y un sueño indica quien debe continuar la labor. El nuevo candidato a sangoma debe cazar una serpiente que posteriormente trocearán y comerán. Debe recibir una amplia formación para llegar a conocer todas las propiedades y virtudes de las hierbas, raíces, hojas, huesos, pieles, minerales… La población acude a la sangoma tanto para curarse como para conocer su futuro, aunque también visitan el consultorio médico.
Entre las casas se van viendo algunas cabañas tradicionales hechas de paja y troncos. Antes eran las viviendas zulú pero actualmente sólo las construyen para honrar a los antepasados. La mayoría de gente acude allí cuando tiene problemas y van a ponerse en contacto con los espíritus de sus ancestros.
Son ya cerca de las 12 y por tanto, la hora de comer. Nos acompañan hasta una de las casas donde almorzaremos. Se ve una pequeña cocina donde hay dos o tres personas preparando la comida. Nos sentamos en la mesa y compartimos comida con la guía la cual nos comenta que la casa es de la familia de su hermana. Todo está muy rico y hay comida en abundancia: ensaladas de patata y huevo duro, diferentes tipos de judías, arroz, ensalada con queso feta (el que más se consume en Sudáfrica), remolacha, calabaza, verduras guisadas, pollo. Sólo falla la bebida que acompañará los platos ya que lo único que nos ofrecen es Coca-cola.
No usan cuchillos y se trata de irse chupando los dedos. Por lo menos así lo hace la guía y la vamos imitando. Por lo visto, tampoco usan servilletas y nos dejan un rollo de papel de vàter en el centro de la mesa.Cuando acabamos de comer, nos dirigimos hacia un recinto cerrado con troncos donde se realizan las danzas. Bailan chicos de diferentes edades y alguno de ellos bien pequeño pero con un gran sentido del ritmo. Van con el torso descubierto y adornados con pieles de animales.