Precisamente la pureza de sus líneas son el mejor ejemplo del magisterio de Hawks, que no vacía de contenido - nunca se preocupó por tales retos y por eso sus victorias son inapelables -, sino que esculpe y elimina todo lo añadido por otros para dejar a la vista las entrañas: la noche, el misterio, las mujeres, la zozobra.
"Gentlemen prefer blondes" por su parte, basada como se sabe en la pieza de Anita Loos (alabada por Faulkner, que iba a estar junto a Hawks en su periplo egipcio), anticipa todo Tashlin, Jerry Lewis, los dos Norman: el reconvertido Taurog y Panama, Blake Edwards (que luego incorporaría por su cuenta la clave Tati) y toda la explosión de vulgaridad sublimada que llega de la mano de la irrupción del impetuoso Rock n' Roll - igualmente vulgar, bastardo, pero que llegará a ser realmente elegante - y que también será muy distinto, quemando etapas a velocidad de vértigo, cuando Hawks ruede la aludida al comienzo "Man's favorite sport?". No es para tomarlo a la ligera. Sin la presencia de este film y si Jerry Lee Lewis no hubiera llegado a convertirse en la encarnación del mismo diablo para el americano medio, quizá la comedia americana hubiese conocido su particular crepúsculo antes que el western. Es interesante constatar, como en "The big sleep", que las posibles absoluciones y remisones que de alguna manera presiden o terminan por aparecer en el cine de Hawks desde que el mundo puso sus ojos en las constantes que solían repetirse en su obra (el amor, el compromiso, la amistad, incluso, cuando se dan las circunstancias propicias, la paz y la justicia), no sirven esta vez de asideros. ¿El cineasta natural por excelencia, el pensamiento hecho acción, entregado a la vanidad de la caza del millonario? Me pregunto qué puede esperarse de dos chicas "en el lado equivocado del camino" como dicen en la canción que antecede a los créditos, para que nadie se lleve a engaño.
Nada mundanas, las mira el maestro como a los atolondrados corredores de coches de "Red line 7000", como a los absortos enamorados de "Today we live", como a los muy profesionales periodistas de "His girl Friday" o como a los jóvenes gangsters de "Scarface". Ahh, tratar de comprender, ese valor tan poco estimado en el cine.
Sucede siempre en su cine que algún elemento del film contradice el discurso. La complejidad de sus películas, que parecen tan sencillas, no está asentada en la puesta en escena ni depende para nada de la cámara, una grúa o cualquier otro aspecto "mecánico", sino en la concepción de cada personaje, en la construcción de cada diálogo y en la utilidad de cada escena respecto al conjunto.
El film no es una dicotomía, sino un ente casi matemático, una intersección.
Porque desde luego no es Dorothy (Jane Russell) el contrapunto recto, "honrado" y conformista a la chiflada pero muy lista Lorelei (Marilyn), que no se detendrá hasta cazar a un tonto con la cartera llena.
No con el equipo olímpico acechándola en el barco (basta un número musical en la piscina para derribar códigos y desenmascarar ñoñerías: pocos film más abiertamente sexuales en su obra), no si termina disfrazándose de ella en el juzgado - travestismo dinamitando expectativas y apocamientos - no con sus dudosas inclinaciones hacia el detective sin moral que se fija en ella.
Quizá sea "Gentlemen prefer blondes" el film más chapliniano de Hawks (que le devuelve algunos guiños en "A Countess from Hong Kong"), una perla de la sincronía y la medición de ritmos para alcanzar el estado ideal del deleite.