Existe una tendencia en los compositores a asociarse en momentos determinados con intérpretes concretos para los que componen piezas con regularidad. En los últimos años de la trayectoria de Philip Glass, en los que, como es bien sabido, se ha entregado casi por completo a las formas e instrumentos clásicos, hay varios instrumentistas que han ocupado este rol.
Uno de los más destacados de este grupo es el violinista Tim Fain, una de las revelaciones del violín de los últimos años que úne en su repertorio habitual a clásicos como Beethoven o Tchaikovski con compositores contemporáneos (el propio Glass, Nico Muhly, Max Richter...) e incluso a estrellas del rock o la música electrónica como Iggy Pop o James Blake. Fain empezó a interpretar a Glass años atrás participando en grabaciones como la de “The Book of Longing” o el “Sextet for Stings” (en ésta última como miembro de los Glass Chamber Players). La relación entre músico e intérprete fue estrechándose hasta que en 2011, Glass escribió su “Partita for Solo Violin” para Fain. La obra se estrenó en un concierto en el Templo de Dendur, situado dentro del Museo Metropolitano de Nueva York al que fue transportado piedra por piedra en 1965 como donación al mismo del Gobierno Egipcio. El concierto fue retransmitido en su momento vía internet alcanzando cierta repercusión en el ámbito clásico pero no fue hasta el año pasado que vio la luz en forma de CD, cómo no, dentro del sello Orange Mountain Music.
La grabación recoge, además de la “Partita” otras tres piezas para violín solo extraídas de la amplísima producción de Glass a lo largo de su carrera. Todas ellas, claro está, son interpretadas por Tim Fain.
Violinista y compositor en los instantes previos a una actuación.
La “Partita” está dividida en siete movimientos que incluyen una obertura, dos “canciones”, dos “danzas” y una “chacona” dividida en dos partes. Como ya ocurría en otras piezas para instrumentos solistas del repertorio reciente de Glass (pensamos en “Orbit” para violonchelo o en su reciente “Sarabande in Common Time” para violín), la música tiene una extraña mezcolanza de estilos entre el clásico minimalismo del compositor norteamericano y la música barroca (la elección del término “partita”, tan habitual en la obra de J.S.Bach, por ejemplo, no puede ser casual). Esta relación entre el barroco y el minimalismo ya ha sido revelada, entre otros, por el propio Steve Reich y está siendo muy explotada por las discográficas con discos que combinan obras de ambos periodos con muy buen gusto y excelentes resultados. En la obra que nos ocupa hay un claro equilibrio entre las dos, digamos, tendencias: la obertura o la primera primera parte de la chacona, por ejemplo, son más barrocas pero las dos danzas o la segunda canción son inconfundiblemente “glassianas”. Mención aparte merece la interpretación de Fain: apasionada cuando así lo requiere la pieza y meticulosa y afilada en los momentos más tensos de la partitura. De toda la obra, nos quedamos con el extenso último movimiento, la segunda parte de la “chacona” que es, en sí misma, un resumen de las virtudes de toda la “Partita”.
La segunda obra del programa es la primera que Fain incluyó en su repertorio habitual y, de hecho, ya la grabo para otro disco aparecido en el sello Naxos hace unos años. Se trata de el segundo “Knee Play” de la ópera “Einstein on the Beach”, pieza capital en la producción de Glass. Es esta pieza un auténtico desafío para cualquier intérprete dada la vertiginosa ejecución que requiere por parte del mismo y Fain, muy acostumbrado ya a ella, la defiende con brillantez.
Continúa el disco con un fragmento de “Book of Longing”, el ciclo de canciones que Glass escribió poniendo música a los versos de Leonard Cohen años atrás. En la grabación original de la obra ya participaba Fain al violín por lo que tampoco esta partitura le resulta desconocida. La pieza, de muy corta duración, es de una gran belleza y no exenta de complejidad.
Cerrando el disco, escuchamos los interludios del segundo concierto para violín de Glass. Como ya hemos comentado en el blog, el concierto, subtitulado “The American Four Seasons” consta de cuatro movimientos dedicados a cada una de las estaciones del año pero el compositor quiso complementarlo con una introducción y tres canciones para violín solo que se intercalaban en la obra. La idea inicial era que formasen parte del concierto pero también que funcionasen de forma independiente como parte del repertorio solista de aquellos violinistas intereasados. Fain aprovecha la ocasión para tomar esas piezas y poner con ellas un broche adecuado al disco.
La habitual resistencia del oyente de música clásica a la hora de enfrentarse con el repertorio más reciente, justificada en muchos casos por la complejidad formal de la música académica de buena parte del siglo XX, no debería ser una excusa para evitar la obra más reciente de Glass. Discos como el que hoy comentamos pueden ser disfrutados sin problema incluso por los oyentes más “conservadores” estilísticamente hablando.
Os dejamos con los dos artistas hablando de su colaboración: