Tímidos del mundo, uníos

Publicado el 06 octubre 2009 por Javiermoreno
Estamos en Blanca sobre Negra. Es de madrugada. Hemos cerrado 'El Último que Cierra' y no hay otro garito al que ir. Una constatación de que en Blanca sobre Negra impera la lógica, una coincidencia de las palabras y las cosas. Algo que tiene que ver con la poesía. Mola. Nos acompañan los Pastorcillos que aguantaban dentro del bar y una bolsa repleta de cervezas. Luego nos vamos al río en romería. Son las cuatro de la mañana. Hay un árbol, hay mesas y hay bancos de madera, y hasta una especie de columpio. En la oscuridad del río quizás se agazapen las ninfas. No las de Garcilaso. Esto es el Segura. El Sr. Chinarro saca la Gibson y empieza a atender las peticiones de los poetas. Los Pastorcillos se acercan. Quieren música heavy y rumba. Chinarro niega con la cabeza y toca alguna de las suyas. Luego le deja la Gibson a los Pastorcillos. En la ribera coinciden Los Poetas y Los Pastorcillos, varios niveles de la realidad, como una escena del Quijote. Esto también tiene que ver con la poesía. Al menos con la que a mí me gusta. Poco a poco se acaban las cervezas. El Jefe De Todo Esto se acerca y dice que ha hecho una gestión. Suena importante. Y lo es. Ha convencido a algunos pastorcillos para que vuelvan al bar, para que lo abran y para que regresen con más cervezas. El Jefe De Todo Esto puede conseguir cualquier cosa. Hay dos hombres con sombrero. Jesús Ferrero y Matías Tárraga. Los Hombres Con Sombrero hace tiempo que lo intercambiaron sin darse cuenta, desde que jugaron a hacerse fotos con ellos las pastorcillas. Las pastorcillas se columpian bajo el árbol. Matías es un patriarca gitano. Ferrero pierde la mirada en el río como un cowboy derrotado. O quizás está viendo a las ninfas ocultas entre la maleza. La guitarra ha regresado a las manos del Sr. Chinarro. Yo le pido que toque la de 'Tímidos del mundo, uníos'. Y la toca. La toca como los ángeles. Aunque se equivoque. Que se equivoque demuestra la perfección del instante. La luna llena brilla en lo alto concediendo a la escena una impresión de improvisado escenario. La luna sabe cuándo unirse al espectáculo. No quiere perdérselo. Cuando termina la canción me fundo en un abrazo emocionado con el Sr. Chinarro. Le doy las gracias. Justo en el momento en el que aparece la policía. Dos hombres vestidos de azul. El azul de los polis iluminado por la luz de la luna llena es una maravilla. Eso pienso. Nos dicen que no podemos tocar la guitarra. No que no podemos beber ni tomar estupefacientes. Es sólo la guitarra. Son correctos. Son unos polis correctísimos. Dan ganas de invitarlos a una copa. Suenan las campanas. ¿Las campanas no molestan?, pregunta el Jefe De Todo Esto. Nadie se queja de las campanas, responde uno de los policías. Se despiden. Es una pena. La autoridad de Blanca sobre Negra mola. También parecen poetas. Tímidos. Los imagino de vuelta a la comisaría, tarareando dentro del coche patrulla la canción del Sr. Chinarro:
Tímidos del mundo, uníos... Que no pare la conversación, uníos...