Tina

Publicado el 24 marzo 2011 por Marpa411

Era muy temprano. Tan cerca del amanecer que ninguna de las dos sabía que emprenderíamos una travesía que modificaría nuestras rutinas.
Solo bastaron unos cuantos pasos para conocernos y acompañarnos en silencio.
De repente, en medio de un paisaje único, de colores naturalmente engamados entre la vida sólida y acuática, se acercó.
Una miradita tímida, pero profunda, de esas que al verlas irradian historia, mucho recorrido y algún dolor. Y no pude con mi genio. La acaricié. Solo un suave roce con mi mano por su cabeza fue suficiente para que me regale su tiempo y nos demos un intercambio de favores.
Cuatro patas -una de ellas levemente inclinada por alguna que otra escapada o travesura-, unos pelillos blancuzcos por su rostro, orejas alertas y un andar desprolijo y resistente fueron de guía. Era tal el aguante que los 9 kilómetros que separan Valizas de Cabo Polonio se hicieron más llevaderos para ambas.
Cruzamos toneladas incalculables de arena fundiéndose por nuestras uñas, pezuñas, y pieles. Nos caímos, nos corrimos, jugamos, nos escondimos y nos encontramos.
Obvio que cuatro patas valen más que dos, y por eso Tina siempre me alcanzaba más rápido. No solo me ganaba a mí, sino a la vida con sus largos 14 años. Un poco más de nueve décadas humanas de transitar médanos y mar. Pura pasión animal.
Actos que liberan mi mejor esencia y me derriten de ternura.
Pienso en como el amor, y todas sus formas, me sigue sorprendiendo. Confianza y compañía a cambio de nada, simples actos para compartir recuerdos, momentos, necesidades, afecto y ternura. Ingredientes que prolongan los deseos de permanecer en esta maravillosa aventura que es la vida. Detalles que alargan la existencia de cualquier mortal.
Seis patas y una idea: llegar al Cabo.
¿Pero ese era el principal objetivo? En los papeles sí. Pero fue otro. El destino nos tenía preparado algo que no sabíamos: Conocernos y seguir aprendiendo.
Confieso que en un momento me sentí mal. Después de experimentar la entrega desinteresada, una vez más Tina mostró lo que puede hacer alguien de su condición. Magia.
Superamos la prueba, llegamos al Cabo, fuimos al Faro, caminamos por las piedras, hicimos nuestras paradas técnicas, recuperamos energías, nos hidratamos, nos alimentamos y escuchamos el silencio por largas horas.
Y después lo de siempre. Entender que la felicidad está en esos momentos únicos que alguien te regala. Esos instantes que no sabés cuando regresarán, pero que percibís cuando se van, y que nuevamente recobras amnesia antes de que vuelvan a llegar.
Le dije a adiós a Tina, y sufrí. Lloré por dentro.
No podía llevármela y eso me desmoralizó. Después de semejante odisea, de protegerme y mostrar su peor malhumor si alguien se me acercaba, tenía que dejarla en su lugar. Me sentí mal y no viene al caso explicarlo, pero ni bien me alejé comencé a extrañarla.
A vos Tina, te doy las gracias por regalarme tu energía. Gracias por caminar por la orilla del mar, por mostrarme que siempre es mejor dar sin pensar que recibir, aunque suene cursi. Gracias por entregarte, por cuidarme, por permitirme acercarme en esas horas en las que el sol tímidamente nos da la bienvenida. Ojalá encuentres otros seres que te hagan vivir momentos plenos, como los que vos sabés regalar.
Tan lejos pero tan cerca. Así siento que estás y seguirás en mí.
Hasta el próximo encuentro. Chau / Guau.

MP.