Se ve atrevida, maravillosa e ingrávida; un ser superior. Embutida en su burbuja, la realidad irreal percibida por sus engañados sentidos le hace sentirse la reina del mundo.
Pasadas unas horas, con la mezquina verdad hiriéndole de nuevo los ojos, Salomé, abandonará su trono y descenderá derechita a los infiernos.
Una vez aquí, colgará un precio de saldo a su dignidad y cualquier cosa hará —insisto: lo que sea— con tal de que le alcance para su próxima dosis.
Texto: +Miguel Angel Algarra