Sin embargo, debemos confesar nuestra absoluta debilidad por el reportero que creó el 10 de enero de 1929, posiblemente el personaje de cómic europeo más influyente, habiendo originado toda una corriente artística (conocida en nuestro país como “línea clara”), llamado la atención de Hollywood (The Adventures of Tintin: The Secret of the Unicorn; Steven Spielberg, 2011) y superado los doscientos millones de álbumes vendidos, traducido a más de sesenta idiomas [1].
“El cetro de Ottokar” apareció seriada en Le Petit Vingtième entre el 4 de agosto de 1938 y el 10 de agosto de 1939. En 1947 lo redibujó y coloreó con ayuda de Edgar Pierre Jacobs para la edición en forma de álbum de Casterman. En 1961, Pathé produjo una adaptación fonográfica (un disco, vaya) y se han realizado un par de adaptaciones a animación: en 1956, por la belga Belvision Studios; y en 1991, coproducida por la gala Elipse y la canadiense Nelvana.
Milú se cuela en el Museo de Historia Natural de Klow (la capital del imaginario reino de Syldavia), excitado por los fósiles de dinosaurios allí expuestos y roba la tibia delantera derecha de un ejemplar de Diplodocus giganticus (nomen ignotum). En la serie animada de 1991, lo que el foxterrier se lleva es la tibia delantera izquierda.
Para continuar el periplo mesozoico de Tintin, tenemos que echar mano de historietas apócrifas. Afortunadamente, hay donde elegir.
-----
[1] Algunas series europeas superarían esas cifras de ventas, como Tex (Gian Luigi Bonelli/Aurelio Galleppini, 1948), Astérix (René Goscinny/Albert Uderezo, 1959) o Lucky Luke (Morris, 1946).[2] Bob et Bobette, Archibald, Tounga, Bob Morane, Cro-Magnon...