Tintos atlánticos a prueba

Por Mariano

Hace un par de semanas recibí un encargo ciertamente placentero. Reunir para una cata ciega cinco vinos tintos con el único elemento común de tener su origen en Galicia.
El que visite habitualmente estas plataformas quizás imagine el deleite que podía suponer algo así, y si a ello le añadimos que el encargo provenía de un ilustre grupo de experimentados catadores como lo es La Despeña, con miembros tan acreditados como Alfredo Maestro, Jaime Jiménez o Vicente Vida, ese placer acarreaba también una razonable responsabilidad. El marco, el habitual de los despeñados, El Fogón de Baco.
Teniendo en cuenta el número de candidatos, era claro que no podían estar todos los que son, ni mucho menos. De hecho, si en lugar de cinco hubieran sido diez, hubiera sufrido lo mismo eligiendo. Finalmente me fui a lo fácil adoptando el criterio objetivo de un representante por D.O.

Empezamos con la más antigua, Ribeiro, con mi predilecto entre los tintos que hace X.L.Sebio. Se llama Hush 2009 y es un largo coupage de variedades autóctonas de viñas viejas supervivientes en torno a estacas, sobre suelos de arcilla y esquisto. Fermenta e depósitos de inoxidable de dos mil litros, pasando luego a crianza en barrica usada envinada con blanco.
Se habló con sorpresa de un vino terroso, con aromas de violeta, regaliz, tinta china, con peso de fruta en boca, taninos arenosos. Carnoso y muy frutal. Con la temperatura iba sacando tanicidad y demostraba tener bastante tiempo por delante.
Me atrevo a adelantar, tras haberlo probado "en rama", que la añada 2010 de este tinto será un cañón.
De ahí pasamos a una zona, Valdeorras, donde el predominio de los blancos es ciertamente notable y costó encontrar un tinto a un buen nivel. Valdesil es una de las bodegas que viene demostrando el nivel que puede dar esta zona, con trabajo y buen criterio, especialmente con sus excelentes blancos, pero también con tintos. Cumplió especialmente al inicio Valderroa Carballo 2009, un 100% mencía proveniente de laderas de pizarra y que pasa doce meses en barricas de roble francés de cuarto uso de los blancos de la bodega.
Algo cerrado al inicio, fue sacando fruta roja, cigarros puros, regaliz, menta y mina de lápiz. Fresco en boca, con buena acidez y notas minerales. Mas longitud de la que en principio pudiera parecer. Tiene un final amargo que le aporta elegancia.
Seguimos el camino pasando por Rías Baixas, donde estalla la bomba con el Goliardo Espadeiro 2010 de Rodrigo Méndez, osea, Forjas del Salnés. La recuperación heroica de la variedad Espadeiro, casi desaparecida en la zona, sobrevive en Meaño sobre suelos de arena a escasos metros del mar. Atempera su fuerza durante 12 meses en roble francés usado.
En nariz se muestra arrogante desde el principio, con un potente eucalipto, grosellas rabiosas, menta fresca, algún herbáceo. Ni rastro de la madera. En boca es fresco, tenso, afilado, alguien habló de taninos eléctricos. Sutilidad borgoñona y carácter puramente atlántico. Fue la segunda botella en caer y mi favorito.
Nos acercamos al final pasando por Monterrei. Y como no cabe duda de que el trono lo ocupa José Luis Mateo, pues a Verín nos fuimos con su Alvarello 2007, monovarietal del mismo nombre, también conocido como brancellao, en su versión más continental de las que he probado hasta ahora.
Salió de inicio con unos potentes y curiosos aromas de mango, que dejaban paso al monte bajo, recuerdos de uvas pasas, herbáceos, garrapiñados. Extraña sin duda. Frente a lo que uno pudiera esperar por la nariz, en boca hacía gala de una soberbia frescura, con muy buena acidez, alcohol plenamente integrado, profundo, largo. Fino y muy elegante.

Y dejamos lo más friki para el final con la mencía más famosa y controvertida, llamada el Pecado. Aunque la etiqueta y el corcho no dicen nada, sabíamos que estábamos ante la añada 2010. Silencio. Cejas arqueadas. Suspiros. Alguien dice vinazo. Salen notas de cuadra y de caldo de carne que desaparecen poco a poco, chocolate, arándanos, creciente mineralidad. En boca resulta fresco, tenso, con muy buena acidez, taninos agarrados, harinosos. Profundo y muy complejo. Largo. Larguísimo.
Infanticidio que no tardó en dejar la botella vacía. Ya descubierta, un cadaver exquisito.
En cuanto a lo global de la cata, y a la vista de las pocas aristas observadas, el lector puede darse cuenta de que la jornada no se dio mal del todo, algo que no suele ocurrir con los cuchillos afilados que suele generar una ronda donde el precio medio por botella ronda los treinta euros. Incluso alguno que sabe más que yo habló de cata redonda, lo que demuestra en cierto modo lo que en algunas ocasiones me he atrevido a afirmar, y es que el futuro de los tintos no anda lejos del Noroeste.