Los tiranos de la moda ya no son lo que eran. Esta expresión ya no se refiere a los que nos hacen embutirnos en una talla 32 –que también-. Ni a los que nos obligan a llevar plataformas infames –sí, nos obligan porque consiguen que no haya otra opción en la zapatería de turno-. Ni los que nos hacen creer que enseñar los huesos resulta sexy.
Los tiranos de la moda son los que se creen que han nacido por un sitio con más glamour que unos bajos rasurados para la ocasión. Los que piensan que ellos son lo más y el resto –en caso de existir-, una auténtica mierda. Los que se olvidan de que ellos no estarían ahí si otros no contasen –y cantasen- sus andanzas.
Me comentan que Juanjo Oliva ha ido de divo en esta última edición de Cibeles. Que ha tratado a la prensa como si fuesen gusanos. Que a un perro se le atiende con más cariño.
Yo supongo que no habrá sido el único. Aún recuerdo a una jefa de prensa cuyo nombre prefiero callarme que me volvió la cara frente al kissing room para no verse obligada a invitarme a compartir con ella y su cohorte tan falso besuqueo. Claro, olvidé que el glamour pasó de largo por mi lado, que me sobran kilos para lucir los modelitos que ella intenta colocar en las revistas de moda y que, por no ser, ni siquiera soy experta en eso que llaman “fashion”.
Supongo que, para ese tipo de gente, la gente normal somos una mierda. Pero a mí es que ya no me importa. Prefiero ser una mierda olorosa que un ente artificial sin olor, sabor ni color alguno. La pena es que cuando me pisan puede que hasta les dé suerte.
Publicado en Antonia Magazine.
P.D.: Me encanta la nota que la editora ha añadido a mi artículo y que me permito el lujo de reproducir:
"Nunca, bajo ninguna circunstancia, pienses que eres más que nadie"
Dice Giselle Bundchen que eso le dijo su padre un día, cuando aún era una adolescente, y había sido arrogante y soberbia con una compañera del colegio.
Esta máxima debería ser el mantra diario de muchos.
Debería ser el mantra de los que piensan que, a igual labor, los hombres deben cobrar más, sólo por ser hombres.
De los que creen que por llevar corbata y tener un despacho (que no es suyo, sino del dueño de su empresa), son de una raza superior a la que le vacía la papelera a diario.
De los que afirman que por haber nacido en un país, tienen más derechos que los que vienen de otro en peores condiciones que el suyo.
También debería ser el mantra de los que piensan que "son artistas", y su trabajo vale más que el de los demás.