Un barco que se estrella con un iceberg no es algo fortuito e impredecible, esos ricos ya sabían que navegaban por aguas peligrosas pero les daba igual porque siempre podrán comprar otros barcos y hacer otros viajes, mientras que los pobres de los camarotes inferiores sólo cuentan con este viaje y en él han tenido puestas todas sus esperanzas. La única diferencia entre esta metáfora y la realidad es que el capitán de la vida real no tiene los cojones de pegarse un tiro como haría cualquiera capitán con un mínimo de dignidad.
Un barco que se estrella con un iceberg no es algo fortuito e impredecible, esos ricos ya sabían que navegaban por aguas peligrosas pero les daba igual porque siempre podrán comprar otros barcos y hacer otros viajes, mientras que los pobres de los camarotes inferiores sólo cuentan con este viaje y en él han tenido puestas todas sus esperanzas. La única diferencia entre esta metáfora y la realidad es que el capitán de la vida real no tiene los cojones de pegarse un tiro como haría cualquiera capitán con un mínimo de dignidad.