Es mejor aprovecharse del destino que empeñarse en echarle un pulso. Este jueves esperaba que fuese otro día de nervios y encierro en otra sala de doblaje. Pero mira por donde, se suspende la convocatoria hasta la próxima semana y éste pasa a ser un día festivo para mí. ¿Qué hacer? La respuesta la da el teléfono con una llamada de mi amigo Juan. ¿Qué haces mañana? Nada. Pues quedamos a desayunar y así nos ponemos al día. Dicho y hecho, desayunamos y le comento mis planes para la tarde. Ya que la tengo libre, iré a ver la obra de teatro "Toc Toc" que ya tenía ganas. A lo que Juan se apunta.
Terapias necesitamos todos, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo, al menos, no seré el primero. Y con nuestros Trastornos Obsesivos Compulsivos tenemos que vivir. Como decía al principio refiriéndome al destino, es más útil saber convivir con ellos que tratar de eliminarlos. Así transcurre esta función, entre carcajadas y Tocs a cual más insólito.
Desde el síndrome de Touret... ¡te la meto del revés!... perdón; desde el que grita obscenidades, hasta la que repite todo dos veces, hasta la que repite todo dos veces... Vaya, ya me lo ha pegado. Bueno, el caso es que las situaciones hilarantes se repiten hasta retorcerte en la butaca.
Obra divertida donde las haya, y unos actores que disfrutan en escena y hacen disfrutar al público. Reconozco que sufrí por la integridad de Dani porque sólo le faltó colgarse de la lámpara (creo que por eso no pusieron lámpara, para que no se subiese en ella).
Un reparto redondo donde cada cual recrea su personaje sacándole todo el jugo para que las risas no decaigan en ningún momento. Estupendo Esteve Ferrer en su doble faceta como director del montaje y su personaje de K1000-O, o sea, Camilo. Fantástico el veterano Nicolás Dueñas, o Ana Mª Barbany. Y qué decir de Daniel Muriel, Gracia Olano, Inge Martín e incluso Sara Moros quien hace unas pequeñas pero muy correctas intervenciones.
Histrionismo y energía para demostrarnos que, a veces, basta con escucharnos unos a otros para aceptarnos a nosotros mismos. Y el humor, siempre presente, en este mundo donde parecemos olvidar que no hay que tomarse nada demasiado en serio.
Buena tarde de teatro, y un día bien aprovechado, alimentando el espíritu con la compañía de un buen amigo y la divertida evasión de una obra de teatro. ¿Qué más se puede pedir para un jueves?