Ya suenan los cascabeles de las mulillas en el Bernabéu. Confidencias aparte, intuyo la pronta salida del clan portugués del equipo blanco con el soberbio Mourinho a la cabeza. Me da que D. Florentino Pérez se ha percatado al fin de que no tiene remedio. Por mucho que ha intentado su incorporación a los valores sempiternos madridistas la realidad ha venido a demostrar que eso no es posible con un narcisista lleno de complejos, además. Y no sería nueva tal situación. El inefable técnico luso tiene sus tiempos en los clubes por donde pasa y su ideal es el de no estar más de dos o tres temporadas en cada uno de ellos. Hasta que le ven el plumero o no puede ordeñar más la cabra. Quema etapas como el que fuma tratando de ganar cuanto sea posible para engordar su currículum. El equipo es lo de menos y la institución que le paga le importa un pimiento. Por eso jamás ha tratado de incorporar valores de futuro que fortalezcan el patrimonio de sus clubes sino de ir llenando huecos con jugadores contrastados que le aseguren éxitos a corto; y si son de su cuerda y de su apoderado Jorge Méndes, mejor, que para la casa aunque sea una piedra. Se trata de ir poniendo un huevo en cada sitio ganando un pastón en comandita y engordando sus vitrinas particulares. Oportunistas en estado puro.
Por eso largó en un suspiro al excelente Pellegrino para traer al resplandeciente Mourinho. El primero es un hombre de fútbol real y garantiza resultados en el tiempo, como ya lo ha demostrado largamente, y quien se lo aconsejó también; además de madridista de pro: Valdano; críticas posibles al margen.
Por el contrario, Mourinho es también un hombre de fútbol, pero del engañoso y, sobre todo, de escaparate. Y tuvo la enorme fortuna de eliminar al Barsa con el Inter en una semifinal de Copa de Europa, en el que se apareció la virgen de Fátima porque debió salir goleado del Nou Camp y ganó en Milán con un tercer gol en clarísimo fuera de juego – con lo que él critica a los árbitros- y que a la postre le sirvió de estandarte para que D. Florentino engatusara a la otrora exigente afición blanca. El embaucamiento es otra de sus grandes habilidades. Se trata de dar al personal pan y circo – como ya hiciera con los galácticos en su anterior etapa- y adormecerles con grandes expectativas aunque sus resultados deportivos en los diez largos años que lleva sean los peores en la historia madridista. Y como también hemos denunciado aquí, si los medimos con el gasto realizado para conseguir sus escasos triunfos podríamos titular sus presidencias como ruinosas. Otra cosa son los resultados de otra de sus grandes capacidades: la gestión económico-política patrimonial inmobiliaria; en esto es un privilegiado, que todo hay que decirlo.
En definitiva, Mourinho, que tampoco es tonto, ha visto el toro venir y está arrancando la moto hacia la liga inglesa. Y Pérez, que hace tiempo que sabe lo que viene aunque a principio de temporada intentó resucitar al muerto, le pondrá un puente de plata mediante alguno de sus adláteres. Él, como acostumbra, dará la cara cuando ya esté enterrado anunciando que lo bueno para el Madrid está por venir; de su mano, naturalmente. Y apunten un nombre: Arsene Wenger; con el que podrá decir aquello de que era su vieja aspiración personal en bien del Real. Y no andará descaminado, no, porque con éste sí servirán algunos canteranos. Al portugués nunca le sirvieron; en ningún sitio, por cierto. Narciso, ventajista, mercenario y figura.