Leí hace unos días la fantástica entrada que nuestro gran amigo Ariel Judas dedicó a explicar la situación que vive el último niño maravilla del fútbol brasilero, Neymar, que le ha puesto en el candelero (de lo negativo) de las tertulias futboleras en gran parte de Sudamérica.
Y claro, a raíz de esto, de toda la trayectoria que ha seguido Ney desde su irrupción hasta verse, de momento, apartado del equipo como lo está ahora, se cumplen una serie de 'clichés' que han frustrado la carrera de jóvenes con mucha proyección.
El jugador del Santos llegó al primer equipo precedido de una gran expectación después de haber despuntado en las inferiores del club y de la selección brasileña y rápidamente confirmó que estábamos (o estamos) ante uno de los mayores talentos del fútbol americano y que su nombre ya está en la agenda de bastante equipos del Viejo Continente.
Además el juntarse con dos jugadores como 'Ganso' (una de mis debilidades, lesionado de larga duración ahora mismo) y de 'Robinho' hizo que hasta el aficionado menos metido viera alguna de sus filigranas en el campo.
Neymar lo tiene todo para triunfar: una técnica sobresaliente, juventud, atrevimiento y un arma de doble filo, una fuerte personalidad. Pero también debemos pararnos a pensar si esto 'le venía de serie' o ha sido provocado por las repercusiones de cada uno de sus actos: sus genialidades y errores recorren el universo futbolístico en cuestión de minutos y principalmente en Brasil se le sigue casi al minuto. Obvio, está señalado como uno de los futuros líderes de la 'canarinha' y desde casi su debut en el primer equipo todo están pendientes de lo que hace en el campo... y fuera.
Sin entrar a valorar lo correcto o no de su comportamiento y lo justo o no de su castigo, me detengo a reflexionar hasta qué punto es bueno para la formación de una persona el convertirse en famoso y millonario en la adolescencia y, en una edad tan difícil en la que se desarrolla grandes rasgos de nuestra personalidad, estar rodeado o de aduladores o de un entorno que no te ayude a ver con claridad la situación.
Ser futbolista a día de hoy es el sueño de millones de niños, pero si antes lo era para ganarse la vida mediante su juego favorito, ahora lo es para alcanzar la fama y el dinero de la manera más rápida posible. Detrás de los futbolistas profesionales, hay años de trabajo y sacrificio que, si llegan tan jóvenes al profesionalismo, o tiene muy bien amueblada la cabeza (o su familia ayuda) o se pierden una serie de episodios que son importantes de cara a la madurez profesional y personal.
Así que sí, admiremos a Neymar, pero no le permitamos que se convierta en un divo, un icono o un personaje que ni él mismo sepa gestionar.