- ¡Siguiente!
- Hombre, ¡ya era hora!
- Por favor, se podría ahorrar estos apelativos y centrarse en lo que le trae por aquí.
- Perdone, pero no sabe el rato que llevo esperando.
- Sí me imagino, pero me he bajado a desayunar y como se puede figurar el bar más cercano me pilla algo retirado. Su nombre, por favor.
- Germán Moreno Martínez.
- Yo soy Pedro, encantado de conocerle.
- Ya, no sé si podré decir lo mismo.
- ¡Vaya día llevamos! Bueno, al grano, vamos a repasar su informe para ver qué se puede hacer con su caso.
- Pues usted dirá.
- A ver, a ver… Al principio de los ochenta, cuando tenía cuatro años encerró a su hermano pequeño en el armario de la habitación de sus padres.
- ¡Natural! Es que al muy bendito no se le ocurrió otra cosa que nacer. Iba provocando. Con lo bien que estaba yo como rey de la casa.
- Entonces, ¿no se arrepiente?
- Sí, sí me arrepiento. Porque en aquel momento no pude soportar la guerra psicológica de mis padres y les dije que me había tragado la llave. Si llega a ser ahora no se hubiera conformado con esperar dentro del armario solamente lo que tardé en hacer la digestión…
- ¡Bien empezamos! Sigamos. Hablando de arrepentimientos, usted ha admitido que a los ocho años, la primera vez que se confesó, se inventó los pecados.
- Bueno, eso es sólo verdad a medias. Es que imagínese usted. El cura ahí enfrente. Tú dos meses antes pensando qué narices le vas a decir sobre tu vida a un desconocido vestido con faldas. Que si esto no es para tanto, que igual esto no se lo digo que se chiva a mi madre, que si esto que acabo de pensar igual vale y se lo cuento… Así que llegué y le dije que no había obedecido a mis padres y que alguna vez me había rozado por no sé donde porque me producía no sé qué gusto. Vamos, así en general. Mentira, mentira no era, pero tampoco me sentía yo muy mal por esas cosas.
- Ya, una joya de criatura. Pasemos a su adolescencia. A mediados de los noventa se conectó por primera vez a Internet. ¿Es cierto que a la primera página que visitó fue playboy.com?
- No, ¡eso sí que no es verdad! Fue la segunda. La primera fue elpais.com. Media hora después ya me conecté a playboy.com. La información y la cultura antes que cualquier instinto más carnal. Eso es bueno para mi caso, ¿no?
- Pues no sé qué decirle, porque encima nos ha salido rojo… Sigamos. En su edad adulta usted ha mentido reiteradamente, ¿cómo es posible que haya pasado tantos momentos hablando de fútbol si lo odia y no tiene ni puñetera idea al respecto, con perdón?
- Ah no, ahí tiene que entenderme. ¿Usted sabe lo difícil que es ser hombre en este país y no saber de fútbol? Que la gente te mira raro y te sientes muy mal. Yo escuchaba conversaciones sueltas, las unía como podía y me ponía a sentar cátedra como si fuera Valdano. ¡Yo creo que hasta me salía el acento! Y no se crea, alguna vez he estado tentado de salir del armario y confesar abiertamente que no me gusta el fútbol, pero al final me ha faltado valor. Creo que la gente que me rodea no lo hubiera entendido y no he querido hacerles daño.
- Bueno, ese sacrifico igual puede servirle como atenuante. ¿Pero qué es eso de que se casó sólo por irse de viaje a la India?
- ¡¿Qué dice?! También lo hubiera hecho sólo por los quince días que te daban de vacaciones. Es que en el 2008 existía la seguridad social y las vacaciones pagadas, ¿sabe usted?
- Sí, algo me suena… Después está lo de llevarse a sus hijos colgados de la mochila a recorrer medio mundo. ¿A usted le parece este un trato adecuado para las criaturas?
- Ahí le doy la razón. Anda que no han tenido que sufrir las diferentes criaturas del planeta con mis angelitos. Todavía me pregunto cómo se las apañó el pequeño para alargar dos centímetros extra a aquella mujer de cuello jirafa.
- No, si será que de tal palo… Bueno, luego usted tuvo una cincuentena muy tumultuosa. En el 2031 se enamoró perdidamente de Belén Esteban.
- De eso sí que me arrepiento. Pero verá. Yo nunca había seguido los programas de cotilleo, así que como un acto de rebeldía de la edad me puse a verlos todos de golpe. Y allí estaba siempre ella, hablando sobre su nieta Andreiíta. La empecé a encontrar fina, delicada, una grácil musa capaz de inspirar el corazón de cualquier hombre.
- Y en esa etapa es cuando sus amigos y conocidos empezaron a darle de lado...
- Efectivamente. Por fortuna siempre conté con la comprensión de Isabel, mi mujer, que me apoyó cada día durante los diez largos años que duró la terapia de desintoxicación en aquella clínica carísima. ¡Si hasta llegó a teñirse de rubia sólo por hacerme feliz! Y al final lo determinante fue que se equivocaran en aquella última operación y la convirtieran en hombre.
- La verdad es que entiendo su situación. Ayer mismo traté el caso de una mujer que se quedó colgada de los abdominales de Aznar y se lo ponía en la carpeta como si fuera una adolescente.
- Vaya, eso sí que es grave. Como el hombre los mantuvo hasta cumplidos los noventa…
- Y ahora que me ha comentado sobre su mujer. Usted ha llegado a la vejez sin engañarla en ningún momento. Eso es realmente loable.
- Sí, y eso que lo he intentado sin éxito en numerosas ocasiones.
- ¡¿Cómo?!
- No, no… No se vaya usted a llevar una idea equivocada. Yo a mi mujer la adoro, he sido muy feliz con ella todos estos años. Pero sólo quería probar eso de que me hablaban mis amigos sobre la canita al aire. Si era casi por perfeccionarme y darle a ella más alegrías.
- Sí, ya veo qué morro se gastan algunos... Al menos tampoco recurrió nunca a los servicios de una profesional.
- Pues no mire, fiel toda mi vida. Es lo que tiene ser feo y pobre.
- Y sobre los nietos qué me dice. Hace un par de años, en el 2066, ¿pegó usted a esa niña que se metía con su Germán III en la guardería?
- Pues sí, y además luego le eché le culpa a Alvarito, el niño matón que también se metía con él. Mire, yo siempre he estado en contra de la violencia, pero a mis nietos que no me los toquen…
- Bueno, pues creo que con esto tenemos una buena perspectiva para tratar su caso.
- Espere, ¿no podemos llegar antes a un acuerdo?
- ¿A qué tipo de acuerdo se refiere?
- Mire, yo no debería estar aquí… La semana que viene estrenan la nueva película con José Luis Bardem Cruz y no querría perdérmela. Yo es que he sido muy fan suyo desde que nació.
- Pues eso sí que va a ser difícil. Pase a la sala donde pone Purgatorio y espere. Ya sabe que si a los seis meses no recibe respuesta se considera desestimada su petición de ingreso al Cielo. Últimamente andamos hasta arriba de papeleo y con las bajas y los liberados sindicales no damos abasto para tramitar todos los informes. ¡No sabe usted cómo necesito unas vacaciones!
- Un segundo. ¿Y si le regalo la Nespresso?
- Pero, ¿usted quién se cree? ¿George Clooney? De verdad que estoy del dichoso anuncio hasta las narices… ¡Y mira que ya hace 60 años que lo dejaron de emitir!
- Hombre Pedro, tampoco se crea usted John Malkovich. Un afeitado no le vendría nada mal.
- ¡Lo que me faltaba por oír! ¡Le he dicho ya que no me llame hombre! De verdad que el día que me ascendieron a Santo me hicieron la puñeta. Con lo bien que estaba yo de apóstol interino. Pero claro, si no me sacaba las oposiciones no me hacían fijo... Bueno, terminando, ¿algo más que alegar?
- Pues visto lo visto, no. La verdad es que la vida ha sido corta pero me lo he pasado muy bien. ¿Le podría decir a Isabel que en los próximos años no se meta a monja ni se líe con muchos ancianos? Con un poco de suerte también le toca el Purgatorio y pasamos el resto de la eternidad juntos. ¡Eso sí que es un buen plan! ¡Gracias!