Todas ibamos a ser reinas

Por Valentina Navarrete Barba @cuncuna1

“ Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.”

Hoy intervendrán al hijo de 3 meses de una amiga, me encuentro lejos y quiero estar en cierta manera ahí. Quiero abrazarla, secarle sus lagrimas y asegurarle que todo va a salir bien. Pero estoy aquí, en plena montaña sureña, aislada del mundo y pegada a la estufa porque ya a comenzado el otoño…

Tengo las mismas amigas desde hace mas de 15 años, éramos compañeras de curso; recuerdo bien esa época en que nuestros problemas “Eran tan extremos”, pasábamos todo el tiempo en clase juntas, a la salida seguíamos haciendo planes y una vez en casa conversábamos por teléfono.

Son imperfectas y a veces torpes, como yo. Y es eso lo que me tiene enamoradamente atada a sus seres, somos como somos, cuando estoy con ellas siento que he dejado la máscara en casa. Les he fallado y hubieron veces en que ellas me fallaron a mi, pero siempre pensé que la amistad verdadera tiene que ser esa en que a pesar de que pase el tiempo, si te llaman te alegras como si hubiera sido ayer…

“Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán…”

Nuestra relación ha pasado por todas las etapas conocidas: encantamiento, enamoramiento, desilusión, reconciliación y reencuentro. Esta última etapa es en la que hemos permanecido por varios años hasta ahora.

Cada una hoy tiene su vida, ya no nos llamamos a cada rato y nos vemos cada varios meses. Algunas tienen hijos, otras están separadas y alguna aún no se decide. La verdad es que cada vez tenemos menos cosas en común, pero aún así después de todos estos años y cada año mas desconocidas unas de otras, para mi, siguen siendo las mujeres en las que mas confío.

Las extraño a mares; la maternidad y la vida en pareja te van alejando de tus relaciones de amistad, el tiempo se nos va acortando en cada reencuentro. Pero cada vez que logramos vernos y juntarnos, me traslado unas horas a aquellos lugares de fogatas y noches de relatos en que compartíamos tan íntimamente ignorando que la vida nos va alejando año a año.

Estoy aquí chicas mías, envuelta en esta vorágine maternal , pero sigo en pie. Con menos glamour, algún (algunos) kilo de mas y pocas (cero) aventuras pasionales. Pienso en ustedes a diario porque son mis hermanas de la vida, y agradezco como nunca estas redes virtuales que nos mantiene conectadas y al día, aún sin estas conexiones las llevo siempre en mi corazón.

Las quiero a todas!!

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.

Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:

-”En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar.”

 Gabriela Mistral