Por fin ha llegado. El 20 de diciembre de 2015 se van a producir unas elecciones históricas en nuestro país, que se diferencian enormemente de las que hemos tenido hasta ahora desde que recuperamos la democracia.
La duración, la intensidad y la extensión de la crisis, que ha afectado a amplias capas de la población (más de la mitad de los españoles considera que ha bajado de clase social) ha propiciado un mayor interés por la política y como consecuencia de ello, el surgimiento y la expansión de los partidos emergentes, que han promovido cambios en la anquilosada política española, incidiendo en aspectos como la corrupción, la regeneración democrática, el poder de la ciudadanía o la equidad en el reparto de los esfuerzos para salir de esta situación.
Cómo han sido hasta ahora las elecciones en España
Hasta el momento, es indudable que ha imperado el bipartidismo. En 1977 y 1979, la lucha fue entre la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez y el PSOE de Felipe González, con victoria para el primero. Desde 1982, la contienda ha sido entre el propio Partido Socialista y el Partido Popular (inicialmente, Alianza Popular), alternándose ambos en el gobierno sin que ninguna otra lista se les acercase (en el mejor de los casos, Izquierda Unida apenas alcanzó el 10,5% de los votos).
La suma de las dos opciones mayoritarias se ha movido habitualmente entre el 70% y el 75% de los votos, superando incluso el 80% en algunos casos.
El porcentaje de participación ha variado entre el 68,04% de las segundas elecciones hasta el 79,97% de las de 1982, en las que el PSOE de Felipe González consiguió una extraordinaria victoria, tras obtener más de un 48% de los votos. Si observamos el gráfico a continuación, vemos que, en general, los porcentajes más bajos de participación se producen cuando la victoria de un partido está más clara (como en los años 1986, 1989, 2000 y 2011), mientras que aumentan cuando está más disputada (y en el caso de 1982, por la generalizada percepción de la necesidad del cambio). Desde esta perspectiva, es previsible que la participación en las elecciones de 2015 sea muy elevada.
¿Qué ha cambiado en estas elecciones?
Como se señalaba anteriormente, la crisis y la corrupción han propiciado el surgimiento en el ámbito nacional de dos nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, que han conseguido —al menos, según las previsiones— romper el bipartidismo que imperaba hasta el momento. Según los resultados de las encuestas, la suma de PP y PSOE podría bajar del 50%, un hecho que, a la vista del primer gráfico que veíamos, es inaudito.
Por su parte, los nuevos partidos podrían alcanzar entre un 35% y un 40% de los votos, lo cual sin duda representa un gran éxito para ambos, partiendo de cero, sin apenas estructura y con presupuestos de campaña muy inferiores al de los grandes. Esto representaría, dependiendo de las cifras en las que se mueva la participación, que entre ambos sumarían entre 10 y 11 millones de votos (conviene recordar, para ver la magnitud de la que estamos hablando, que el Partido Popular obtuvo la mayoría absoluta en 2011 con 10,86 millones).
La Ley D’hondt y las circunscripciones electorales
Una de las críticas que se le puede hacer a nuestro sistema democrático es el sistema a través del cual se asignan los diputados a las distintas formaciones. Aunque existe el principio elemental de “una persona (mayor de edad), un voto”, en la práctica dista mucho de ser cierto, debido a la forma en la que se aplica.
Los españoles elegimos a 350 diputados, pero estos se reparten en 52 circunscripciones (las 50 provincias más Ceuta y Melilla). Según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, se asigna un diputado a Ceuta y otro a Melilla, 2 como mínimo a cada provincia y el resto, en función de la población que tenga cada una.
A partir de ahí, para el reparto de los diputados de cada provincia se aplica la Ley D’hondt, que funciona de la siguiente manera: imaginemos que en una provincia se reparten cinco escaños y se han emitido 300.000 votos, de la siguiente manera:
En primer lugar, se excluye de los cálculos a las candidaturas que no hayan obtenido al menos un 3% de los votos, en este caso, el partido F.
Para los otros partidos, se dividen los votos recibidos entre 1, 2, 3, 4 y 5 (el nº de escaños a repartir en esta provincia), y se escogen los cocientes más altos. De esta manera, el primer escaño sería para el partido A (125.000), el segundo, para el partido B (105.000), el tercero para el A (62.500), el cuarto para el B (52.500) y el quinto para el A (41.667).
Es decir, con este sistema, el partido A, con un 41,67% de los votos se ha llevado el 60% de los escaños en juego, el B, con un 35% de los sufragios, se lleva el 40% de los diputados, mientras que el resto de partidos, que sumaban un 24% de los votos, no se han llevado nada, sus votos se han perdido (de ahí la tradicional apelación al “voto útil”). Cuando hay dos partidos mayoritarios, como ha sido el caso hasta el momento, son beneficiados por este procedimiento.
En la práctica, la combinación del reparto de diputados por circunscripciones y la Ley D’hondt lleva a resultados desproporcionados, pudiendo incluso darse el caso de que gane en escaños un partido con menos votos.
Veamos, por ejemplo, las elecciones generales de 2011. Algunos partidos obtienen una proporción de escaños superior al porcentaje de votos que han obtenido (por ejemplo, PP, PSOE o Amaiur), mientras que otros se ven muy perjudicados (como Izquierda Unida y UPyD). Por otra parte, existen grandes diferencias en los votos necesarios para obtener un escaño, desde los 47.785 de Amaiur hasta los 228.645 de UPyD.
Pero esto significa también que hay un punto en el cual los partidos por detrás de los dos grandes podrían experimentar aumentos significativos en el número de escaños. Este porcentaje se puede situar entre el 15% y el 20% (dependiendo, como se ha explicado, de la concentración del voto, debido a las circunscripciones). Y es aquí donde Ciudadanos y Podemos han logrado situarse, según las encuestas, de manera que ambos han logrado ya en algunas de ellas acechar la segunda plaza que ahora ocupa el PSOE. No obstante, aún se puede producir la paradoja antes comentada, puesto que en, algunos casos, los emergentes se ubicaban por encima del Partido Socialista en votos, pero no en escaños.
Los indecisos, decisivos
Existe todavía un elevado número de personas que no han decidido su voto. En la última encuesta del CIS se observa que un 36% de aquellos que declararon que iban acudir a las urnas no habían decidido todavía el sentido de su voto.
Por su parte, a la pregunta directa de a quién votarían si se celebrasen las elecciones al día siguiente, un 19% contestó que no sabía. Aparte de la discrepancia entre estos dos porcentajes, indicar que estos se sitúan, en general, entre 5 y 10 puntos por encima de los que salían en las encuestas previas a otras elecciones.
En cualquier caso, aun escogiendo la menor de las cifras, estaríamos hablando de unos cinco millones de votantes (dependiendo de la participación) que todavía no tenían claro a quién conceder su confianza, lo cual significa que las encuestas publicadas hasta el momento pueden diferir bastante del resultado que finalmente se produzca, máxime cuando ahora hay cuatro opciones en liza.
¿Qué opciones consideran los electores? De derecha a izquierda, tenemos al Partido Popular, Ciudadanos, PSOE y Podemos.
Las dudas de los electores se ubican fundamentalmente en las fronteras: entre PP y Ciudadanos, Ciudadanos y PSOE, o PSOE y Podemos. También existe un porcentaje significativo que fluctúa entre PP y PSOE (el antiguo bipartidismo) o entre Ciudadanos y Podemos (los nuevos partidos).
¿Cómo ha sido la campaña?
El Partido Popular ha procurado hacer una campaña de bajo perfil, sin meterse muy a fondo en grandes cuestiones ni hacer propuestas relevantes, más allá del propósito de que se creen dos millones de puestos de trabajo en la próxima legislatura, y de tratar de fomentar la contratación indefinida.
Por su parte, los partidos emergentes, especialmente Ciudadanos, pero también Podemos, han hecho una campaña basada en propuestas, argumentada y explicada profusamente, y tratando de justificar económicamente sus medidas (cuál es el impacto y de dónde se va a sacar el dinero). Esto, sin duda, es una novedad en nuestra democracia, ya que habitualmente los partidos se han limitado a hacer declaraciones genéricas, sin concretar.
En cuanto al PSOE, se ha quedado en un punto intermedio entre el PP y los nuevos partidos, realizando algunas proposiciones y dando algunas explicaciones sobre la financiación de las mismas, pero sin tanto nivel de detalle como los partidos emergentes.
Se ha dado la paradoja de que a Ciudadanos y a Podemos se les ha mirado con lupa cada una de sus afirmaciones, mientras que a las tradicionales formaciones del bipartidismo no se les ha examinado con el mismo rigor.
¿Cuáles son las previsiones de las encuestas?
En estas elecciones hay que tomar con las máximas precauciones las estimaciones que nos ofrecen las encuestas, porque además del margen de error habitual, hay que tener en cuenta ese elevado porcentaje de electores que aún no sabían a quién votar, además de la incertidumbre que proporciona la aparición de las formaciones emergentes.
Las previsiones han variado considerablemente a lo largo de la campaña, aunque últimamente se ha observado una tendencia al alza de los extremos (PP y Podemos) en detrimento de los dos partidos centrales, PSOE y Ciudadanos, cuyo espacio está mucho más disputado (ya que ambos compiten con un partido por cada lado).
El Partido Popular podría obtener entre 7 y 7,5 millones de votos y entre 110 y 120 escaños, el PSOE podría estar entre 6 y 6,5 millones y situarse entre 80 y 90 diputados, Podemos sacaría entre 5,5 y 6,5 millones y entre 75 y 85 escaños, mientras que Ciudadanos sacaría entre 4,5 y 5,5 millones, y entre 55 y 70 diputados.
Qué pasará el 21 de diciembre
Según todos los augurios, se iniciará un nuevo período, puesto que probablemente ningún partido alcance por sí solo a gobernar en solitario. De esta manera, se llega a una situación inédita, en la que el partido que aspire a gobernar deberá pactar con uno o varios de los otros pactos para la legislatura o acuerdos puntuales, incluso ley a ley.
También podría darse la novedosa situación de que gobernase un partido que no haya sido el más votado.
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Pablo Rodríguez es economista.
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