Para todos ellos (y digo 'ellos', porque prácticamente no hay 'ellas'), para los abusadores psíquicos y físicos, para los que destrozaron la vida y libertad de tantas personas imponiéndoles absurdos miedos y falsas culpabilidades, para los que se bañan en oro contemplando por la ventana la miseria y la muerte de esos que se supone que son sus hermanos, para los que viajaron a Tierra Santa y al Ultramar con la cruz en una mano, la espada en la otra, y la bolsa recaudatoria en la tercera, aquí va la primera piedra, la segunda piedra, pedrolos enormes como sus catedrales, todas las piedras del mundo.
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