Revista Infancia

Todavía tienes tu peluche o juguete favorito: El esencialismo de las cosas

Por Plazatoy

¿Todavía tienes una manta que te daba seguridad, o un peluche o quizás el juguete favorito de tu infancia ?

Si lo tienes, no temas, estás en buena compañía.

Hay muchas personas que tenemos el  impulso  o necesidad de mantener estos recordatorios de nuestra infancia. Creemos que estos objetos tienen algo de mayor valor para nosotros que su apariencia externa o sus propiedades físicas. Los científicos y filósofos llaman a esta creencia “esencialismo“.

El esencialismo es la razón por la que no sentimos lo mismo al reemplazar un objeto perdido, ya sea nuestro anillo de boda, un juguete de nuestra infancia o nuestro preciado iPhone. El nuevo objeto pierde ese apego emocional que tenía el original.

Esa es una de las razones por las que algunos de nosotros nos aferramos a esos juguetes u objetos de la infancia: tienen un valor emocional, que es difícil de expresar y que supera con creces la naturaleza física del objeto en sí.

Uno de mis amigos disfruta de este tipo de vinculación con cada coche que ha tenido. No solo lo nombra, sino que forma un vínculo que solo podría describirse como un vínculo emocional con el automóvil. Otra de mis amigas tiene una pequeña almohada que ha tenido desde la infancia. Aunque la almohada en sí es horrible de ver, la conexión emocional con esa almohada se ha formado y no se puede romper fácilmente.

La creencia en el esencialismo comienza temprano. En un estudio de 2007 publicado en la revista Cognition , le dijeron a  niños de entre 3 a 6 años que podían poner sus juguetes en una “caja de copias” que los intercambiaría por duplicados. A los niños no les importaba si jugaban con originales o duplicados de la mayoría de los juguetes, pero cuando se les ofrecía la oportunidad de duplicar su artículo más preciado, el 25 por ciento se negó. La mayoría de los que aceptaron duplicar su amado juguete querían que el original fuera devuelto de inmediato. Los niños tenían una conexión emocional con esa manta o ese osito de peluche, no con uno que se pareciera a eso. Incluso en la edad adulta, esas emociones no se desvanecen.

Para mí, mi objeto era un muñeco “abuelo” al que cuidaba y con el dormí durante toda la infancia. Me recordaba a mis abuelos (a ambos, en realidad). En algún momento, encontró su camino hacia el desván o quedaría guardado en algún armario  y perdí la conexión emocional con este muñeco. Cuando resurgió hace unos años, lo miré con cariño, pero no con el mismo vínculo que sabía y recordaba  que una vez  sentí.

Tocar un objeto también es una parte importante de lo que nos hace “apropiarnos” de él emocionalmente.

PlazaToy

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