Todo bien

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El 26 de junio de 2015, en una playa de la ciudad tunecina de Susa murieron 39 personas. Treinta británicos, tres irlandeses, dos alemanes, un ruso, un belga, un portugués y un tunecino. Este último había matado a los otros treinta y ocho, en nombre del Estado Islámico. Los atentados son catástrofes, se mire por donde se mire. Y las catástrofes, como cualquier otro evento, tienen su lado positivo. El maltrecho sector turístico canario se congratuló (con la boca pequeña, porque no hay que confundir causas con consecuencias) de las vacas gordas que se avecinaban. La pujante Túnez se unía ahora a Egipto (castigadísima el año anterior con múltiples atentados en zonas turísticas) en la lista de los países del miedo. Estaba claro dónde no se viajaría en busca de sol y calma.

El 24 de noviembre de 2012, 111 personas murieron en el incendio de un edificio en Dacca, Bangladesh. La tragedia sacó a la luz (en la luminosa Europa, en Bangladesh ya lo sabían) que el edificio en cuestión era un taller en el que se hacinaban miles de trabajadores fabricando prendas para Carrefour o C&A. Dos meses después, en la misma ciudad, un incendio en una fábrica de Inditex mató a siete personas. Y el 24 de abril de 2013, también en Dacca, el edifició Rana Plaza colapsó matando a más de 1000 personas. Descubrir para quién trabajaban se hizo más complicado. Dada la magnitud de la tragedia y las condiciones infrahumanas de los talleres, ¿quién lo admitiría? Etiquetas aquí, documentos allá, se terminan por saber cosas: Primark, Benetton, El Corte Inglés. Marcas hoy caídas en desgracia. NO.

En mayo de 2011 ya se había publicado un informe llamado Captured by Cotton denunciando las prácticas de grandes marcas (entre ellas Inditex, Cortefiel y El Corte Inglés) en la India. Captan adolescentes de la casta dalit (impuros, parias) con falsas promesas de una vida mejor que incluye comida y alojamiento en las mismas factorías. La realidad: semana laboral de 72 horas, con jornadas forzosas de 12 horas diarias durante los picos de producción y sin recibir a cambio compensación económica; libertad de movimientos estrictamente restringida al interior del complejo textil, que sólo pueden abandonar una vez al mes y bajo vigilancia.

Dicho informe fue elaborado por dos ONG radicadas en Países Bajos. Ese país europeo cuyas prácticas fiscales agresivas tienen "potencial para socavar la equidad del mercado interior [de la UE], y aumentar la carga del contribuyente" (Pierre Moscovici, ex-Comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas, dixit). Quizá precisamente por eso, el país elegido por Inditex (según elsaltodiario) para establecer su entramado fiscal y poder crecer por encima de las posibilidades del fisco español. Neerlandeses son quienes encabezan hoy la negativa a rescatar a los dos países europeos (¿hermanos?) más perjudicados por la crisis del coronavirus: Italia y España.

Crisis vírica que ha sacado lo peor de cada mercado: EEUU requisando material sanitario que iba destinado a Francia o Alemania, Turquía reteniendo y luego soltando a regañadientes material destinado a España, material chino de dudosa calidad que afecta a España, Finlandia, Reino Unido o República Checa.

Aparentemente no somos capaces de organizarnos en un sistema en el que le vaya medio bien a todo el mundo. Para estar uno tranquilo a otros le tiene que ir bastante mal, cuando no jodidamente fatal. Para que alguien pueda prosperar y brindar riqueza se ha de apoyar en la pobreza, o directamente miseria, de otros. Incluso provocarla, exprimir cada átomo de su malestar y catalizar su conversión en bienestar ajeno.

Aparentemente estamos obligados a vivir así, es la única opción. Es lo que toca porque la naturaleza, o Dios, o cualquier orden superior así lo ha organizado. Es ellos o nosotros. No hay para todos. Al menos no a la vez.

Aparentemente no existe alternativa. Pero la hay. Vamos que si la hay.