En nuestros maravillosos medios decimos: "Pobre gente, la sequía los está matando, es que la naturaleza es cruel a veces". Cuando la causa real son los conflictos armados provocados por los señores de la guerra para mantener ese fructífero negocio con el que engordan sus arcas los paises productores de armas (España no es la excepción). Estos conflictos provocan a diario cantidades de refugiados que salen de un país para entrar a otro igual o más pobre. Más de 10.000 somalíes llegan cada semana a los campos de refugiados de Dabaab (en el este de Kenia) después de haber caminado durante varios días por tierras secas. Su estado de salud es precario y la tasa de malnutrición entre los niños es sencillamente aterradora.Las compañías de ayuda humanitaria se ven desbordadas ya que los alimentos han incrementado mucho sus precios. En Baidoa (Somalia), por ejemplo, el precio del sorgo rojo se ha incrementado un 240 por ciento; y el del maíz ha aumentado un 117 por ciento en algunas partes de Etiopía y un 58 por ciento en ciertas áreas de Kenia. Por otro lado los precios de la gasolina dificultan aún más cualquier posibilidad de ayuda; no hay dinero suficiente para comprar alimentos en las cantidades requeridas y el coste del combustible necesario para transportar los alimentos también se ha disparado. O nos vamos todos al cuerno o esta pobre gente se muere.
En nuestros maravillosos medios decimos: "Pobre gente, la sequía los está matando, es que la naturaleza es cruel a veces". Cuando la causa real son los conflictos armados provocados por los señores de la guerra para mantener ese fructífero negocio con el que engordan sus arcas los paises productores de armas (España no es la excepción). Estos conflictos provocan a diario cantidades de refugiados que salen de un país para entrar a otro igual o más pobre. Más de 10.000 somalíes llegan cada semana a los campos de refugiados de Dabaab (en el este de Kenia) después de haber caminado durante varios días por tierras secas. Su estado de salud es precario y la tasa de malnutrición entre los niños es sencillamente aterradora.Las compañías de ayuda humanitaria se ven desbordadas ya que los alimentos han incrementado mucho sus precios. En Baidoa (Somalia), por ejemplo, el precio del sorgo rojo se ha incrementado un 240 por ciento; y el del maíz ha aumentado un 117 por ciento en algunas partes de Etiopía y un 58 por ciento en ciertas áreas de Kenia. Por otro lado los precios de la gasolina dificultan aún más cualquier posibilidad de ayuda; no hay dinero suficiente para comprar alimentos en las cantidades requeridas y el coste del combustible necesario para transportar los alimentos también se ha disparado. O nos vamos todos al cuerno o esta pobre gente se muere.