Todo el sol está en Key West

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Había pronóstico de lluvia para ese domingo. Apenas un 20% que se posó en forma de nube gris sobre el autobús y nos acompañó gran parte del camino. Más tarde cuando llovió en Key West, ya no nos importaba; conseguimos refugio aunque nada nos hizo escapar de su calurosa humedad. Y fue justo después de eso que el sol se quedó en todas las calles, que empezó a sonar otra música. O eso me parece.

Llegué hasta ese pedacito del estado de la Florida, gracias a una invitación de Viator para disfrutar de alguno de sus muchos tours. Elegí Cayo Hueso (como se le llama en español) porque era un viaje que tenía pendiente, la travesía para la que siempre me quedaba sin días. Ya había leído antes que cuando los exploradores españoles llegaron a esta isla al suroeste de Florida, la encontraron llena de huesos. Era como un cementerio y de ahí es donde viene su nombre. Luego, se convirtió en el punto ideal para pescadores, comerciantes y piratas. De todas las islas que conforman los cayos de Florida (cerca de 1700), Key West es la más poblada (unos 30 mil habitantes), la que está más al sur y, como bien lo dicen por todos lados, apenas a 90 millas de Cuba.

El autobús nos dejó casi al frente del Museo de Arte y uno lo sabe porque varias esculturas rodean el edificio. Detrás de él, el mar y la premura por seguir ese olor a sal que es calma y suspiro, por verlo cerca. Teníamos seis horas libres para recorrer Key West antes de volver a esa esquina, subir al bus y regresar a Miami. Entonces, comenzamos por el azul.

Todo al lado del mar cobra otro sentido. Surgen distintos colores de las fachadas, las tiendas se ven más alegres (aunque quizá no tanto quienes la atienden; vamos a pensar que es el calor) Al lado del mar las cosas ocurren a otro ritmo y circunstancia; las embarcaciones se alistan para un nuevo día, los viajeros se ponen sus mejores trajes de baño, se llenan de protector solar y se van a buscar quién sabe qué. Otros van en bicicleta, en motos vespa, o caminando mientras sonríen al frente tratando de perderse en otros detalles. Qué bonito es Key West con sus palmeras zarandeadas por el viento, con sus flores adornando los caminos, con los nombres de sus calles pintados en los postes.

Nadie me había contado que las casas de Key West se parecen mucho a las de New Orleans. La parte de mí que se quedó en esa ciudad, consiguió aquí la cercanía del mar. Entonces, me pareció la mezcla necesaria. Cada esquina era un descubrimiento como de otra época; los gallos se dejan ver por ahí y son parte esencial de la isla, así como los gatos, acostumbrados a posar ante los turistas. Me parece increíble imaginar cómo un lugar así puede quedar vacío ante la alerta de un huracán; debe ser un paisaje solitariamente hermoso, aunque no la circunstancia, claro está.

Hay varias maneras de conocer Key West, si no se tiene un carro: caminando, comprando un ticket para alguno de los varios trolleys que dan vueltas por el lugar, alquilando bicicletas, motos, carritos pequeños. Todos se cruzan acompasados en este lugar abrazado por la historia y que hay que saber mirar con detenimiento.

Los mapas de los trolleys me parecen útiles, así no se suban a uno. Cada parada detalla lo que se tiene cerca para ver y son perfectos para ubicarse por la isla. Así se puede saber que al detenerse en la esquina de Greene y Simonton, uno puede llegar al Museo Ripley’s Believe or Not!, al Kermit’s Key Lime Pie Shoppe -en la que por cierto, probé una porción de ese postre- o al Sloopy Joe’s Bar que es toda una tradición en Key West.

Fue por eso que ante mi empeño de ir a la casa del escritor Ernest Hemingway, supe que justo al frente está el Museo del Faro al que se puede subir para tener vistas majestuosas de los cayos, o que está el Bahama Village Market y que si uno camina despacio y apreciando las calles, se puede llegar hasta ese punto que marca la distancia entre Key West y Cuba y ante el que la gente hace fila para tomarse fotos. Si miran con atención el mapa, sabrán que cerca del hotel La Concha, está uno de los museos más antiguos y también ese cartel que anuncia que allí está la Milla Cero, el punto de partida de la ruta 1 en Estados Unidos.

La casa de Ernest Hemingway

Pero cuando se camina con desorden y curiosidad e intentas reconstruir los pasos luego, es cuando te das cuenta que también caminaste por Mallory Square y te tomaste alguna foto, que entraste al Clinton Square Market, que esperaste el trolley frente al Conservatorio Natural de Mariposas y que te gustó el paisaje de la playa y el muelle aunque no hayas ido a otro lugar. Entonces, vuelves a mirar el mapa y sientes que seis horas no son suficientes y te quedas bajo la sombra del Conch Republic Seafood Company buscando el sabor de los camarones, mirando hacia el mar y pensando en regresar. Key West es sol y colores, es mar y domingo cada uno de sus días.

PARÉNTESIS. Aunque llegué al punto de encuentro poco antes de la hora prevista, el autobús casi nos deja, pero lo alcanzamos. Creo que si en el camino pusieran más empeño en contar detalles de lo que vamos a visitar -más allá de entregar un mapa a los viajeros- el viaje sería distinto. El paisaje y la historia bien vale la pena un poco más de atención y el turista lo agradecerá. Mil gracias a Viator por la invitación y a Delfi por acompañarme ese domingo de sol, lluvia y color.