Pero los tiempos cambian y ahora que hemos perdido el interés, o la necesidad, de conocer la turgencia de nuestras actrices, los guionistas se las han ingeniado para destapar políticos y poner a cada cual en su lugar aprovechando la entrega de los Goya. Lo más llamativo del fin de semana fue la capacidad de convicción de Antonio Resines que, con una sóla llamada, vistió a Pablo Iglesias con una suerte de pajarita más propia de un local de bodas de segunda que de un James Bond llamado a cambiar la política española. Pablo, buen conocedor del arte de ir por la vida con el guión bien aprendido aceptó la oportunidad que se le brindaba. La pose, no ya republicana, sino antimonárquica, de ir descamisado a la audiencia real se transformó ante las exigencias protocolarias impuestas por la farándula, siempre próxima a la izquierda moderada, y donde la radical quiere acercarse sin necesidad de frecuentar a Willy Toledo .
Al otro lado de la alfombra roja quien dejó ver toda su arrogancia fue Pedro Sánchez que se convirtió en noticia con su particular destape.. Mientras Iglesias acataba las recomendaciones de la invitación en la que se pedía esmoquin, Sánchez se presentó sin corbata, como el que se cuela en la fiesta. Una descortesía hacia quienes, después de muchos años verbalizando su apoyo al ideario socialista, no se han puesto a su lado en la foto. Los de ‘la ceja’ han relajado los gestos hacia el presidenciable, y Pedro se la devolvió el sábado presentándose sin cumplir con la etiqueta. Habrá que esperar a que empiecen a desfilar los cineastas por el Ministerio de Cultura pidiendo subvenciones, para saber si Pedro se conforma con ese gesto como castigo o les ajusta las cuentas en unos presupuestos ministeriales, que si todo sale como aventura Iglesias en su particular reparto de carteras, decidirá un Alberto Garzón que se presentó atildado con una socorrida corbata negra. Un look al que tampoco nos tiene habituados.
Pero más allá de políticos en la gala, el trigésimo aniversario de los Premios Goya sirvió para validar que el séptimo arte en España ha cambiado al mismo ritmo que la sociedad. Aquellas producciones propagandísticas en un tiempo, reivindicativas en otro, se han convertido en películas casi siempre de calidad en las que lo importante es la historia y que despiertan interés entre los españoles. Un público que hasta ahora sólo se sentía atraído por los grandes nombres del cine estadounidense, ahora deja en taquilla unas cifras que difícilmente se hubieran imaginado hace unos años los directores sin apellido anglosajón. La mejor muestra de nuestro reciente gusto por el cine doméstico, son los casi cuatro millones de espectadores que siguieron la gala a través de Televisión Española, para ver como ‘Truman’ se convertía en la gran ganadora de una noche en la que volvió a faltar agilidad y, a pesar de ello, ya estamos deseando que llegue la siguiente. ¡Más cine, por favor!
Foto: Zarateman bajo licencia CC BY-SA 4.0