Todo es culpa de Rocío Dúrcal (Carlos de Miguel)

Publicado el 27 enero 2014 por Koprofago
- ¡Hu-hi! ¡Hu-ha!...
- Dios, otra vez no…
- … yo tengo un diplodooocus que acabo de cazaaar.
- ¿Qué coño es eso?
- Una canción estúpida de la Dúrcal.
- ¡Hu-hi! ¡¡Hu-Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
- ¡¡¡QUE TE CALLES YA, JODER!!!
Durante unos segundos se hizo el silencio en el interior del coche. Todo el mundo parecía incómodo.
- ¡Si te vienes conmigo te llevo a pasear!
De un brusco volantazo, Marcos apartó el coche de la carretera y lo aparcó en la cuneta. A continuación se dio la vuelta hecho un basilisco.
- ¿En serio, Alberto? ¡¿EN SERIO?! ¡Estamos atravesando unos bosques alemanes de la leche! ¡Y en vez de estar calladito y disfrutar del paisaje, te pones a dar el coñazo con tus memeces de dinosaurios, y a ponerme de los nervios mientras conduzco con la puñetera canción del diplodotus! ¡¡Estoy harto de esa canción!!
- La canción del diplodocus. Di-plo-do-cus, no diplodotus. Diplodocus, del Jurásico superior de Norteamérica. Más de 30 metros de largo. Hay varias especies: Diplodocus longus, Diplodocus carnegii, Dip
- ¡¡QUE ME DA IGUAL!! ¡¡Me importa un pito!! ¡Tenemos que estar todo el día soportando tus dino-chorradas! Nos llevas al cine a ver películas de dinosaurios, nos obligas a ver documentales, nos arrastras a exposiciones de muñecajos robóticos cutres… Te pasas el día entero hablando de tiranosaurios, velocirraptores y plumas. ¿Cómo van a ser mínimamente interesantes si ahora resulta que parecían gallinas?
- “¡A mí no me da miedo! ¡Se parece a un pavo de dos metros!”.- María intentó relajar el ambiente.
- No ayudas.- cortó Marcos.
- Lo siento.
- ¿Lo ves? ¿LO VES? ¡Si sabe Parque Jurásico por tu culpa! ¡María, Gon y yo tenemos que estar tooodo el día aguantándote! ¡Invito a un colega del curro a este viaje, y va a pensar que eres idiota!
- No, no, si yo no pienso nada, de verdad… - Toni, el susodicho compañero del trabajo, no sabía dónde meterse.
- Y esta es la última. Organizamos un recorrido en coche por Europa, ¡y no sé ni cómo nos terminas convenciendo para que lo primero que veamos al llegar a Berlín sea el museo de historia natural! ¡¡Si es que somos memos!!
- Era la mejor manera de aprovechar el tiempo.
- ¡No, si no fuéramos al dichoso museo! ¡Así que por lo menos compórtate un poquito, y deja de tocar los huevos!
- Madre mía, cómo te has puesto, ¿no? – Alberto intentó echarle cara para rebajar el cabreo de su amigo- No es mi culpa, la canción es de Rocío Dúrcal.
- ¿¿Pero tú eres tonto??
Alberto forzó un poco más.
- Eso es la amistad, ¿no? Apreciar a tus amigos y compañeros, a la gente que está a tu lado, con todas sus virtudes y defectos, igual que ellos aguantan los tu…
- ¡¡Cállate!!
De nuevo hubo unos segundos de silencio dentro del coche. Alberto y Marcos se aguantaban la mirada; María, Gon y Toni, por su parte, habrían dado lo que fuera por no encontrarse en ese momento allí. Al fin, Alberto bajó la mirada.
- Está bien. Yo… lo siento. Supongo que sí, que a veces me puedo poner muy pesado. Intentaré comportarme.
- Estupendo. Vámonos.
Marcos se dio la vuelta y arrancó. El coche se puso de otra vez en marcha y continuó atravesando frondosos bosques. Aunque hubo varios intentos por recuperar el buen ambiente, lo cierto es que la situación fue mucho más incómoda durante lo que restó del viaje hasta Berlín.
***
Ya empezaba a caer la tarde cuando aparcaron delante del Museo de Ciencias Naturales de Berlin. Los cinco viajeros salieron del coche entumecidos y cansados, y dedicaron unos instantes a estirarse exageradamente. A continuación, sin sacar el equipaje del maletero, se dirigieron perezosamente al interior del edificio.
Alberto, por supuesto, era la excepción: aunque no decía una palabra desde un par de horas atrás, miraba a todos lados con avidez, con un extraño brillo en los ojos, y caminaba a pequeños saltitos. Marcos se acercó a él tras sacar las entradas.
- Bueno, aquí estamos por fin. El puñetero Museum für no sé qué.- le dijo mientras entraban al hall principal.
- Berlin Museum für Naturkunde.
- Espero que después de esto dejes de dar el coñazo. Ya puede merecer la pena, porque…
Marcos enmudeció. Se encontraban en una gran sala llena de esqueletos de dinosaurios, presidida por los restos de un gigantesco animal. El grupo entero miraba extasiado hacia arriba, a una pequeña cabeza que se encontraba a más de 10 metros por encima de ellos, en lo alto de un larguísimo cuello que parecía querer alcanzar las nubes.
- Jamás… imaginé que pudieran ser tan grandes. A ver, uno ve películas y eso, pero esto…- Gon ni siquiera terminó la frase. Solo podía seguir mirando hacia arriba, maravillado.- Sí… esto es algo completamente distinto.- completó Toni.
- ¿Qué es? ¿Un brontosaurio?- preguntó María.
- Un braquiosaurio.- corrigió Alberto escuetamente.
María, Gon y Toni comenzaron a caminar lentamente sin dejar de observar al dinosaurio: su descomunal altura, su longitud, los robustos huesos de sus patas, su impresionante caja torácica… Después, poco a poco, empezaron a fijarse en los esqueletos de los demás animales que había en el pabellón.
Marcos y Alberto, por su parte, seguían quietos a los pies del braquiosaurio, sin apartar los ojos de la pequeña cabeza.
- Vale… Lo reconozco: tenías razón, esto es increíble… Perdona.- se disculpó Marcos.
- No, no. La verdad es que me puedo llegar a poner muy plasta.
- Aun así… Lo siento.
- También yo.
Los dos amigos se sonrieron. Marcos palmeó la espalda de Alberto.
- Así que un braquiosaurio, ¿eh?
- Técnicamente Giraffatitan, pero sí, un braquiosaurio.
- Ajá.- asintió Marcos con guasa. Luego añadió- Es impresionante. ¿Te imaginas las vistas que habría desde ahí arriba?
- Mejor todavía: imagínate toda una manada de estos bichos, con todo su músculo, su grasa, sus toneladas y toneladas de peso. Individuos más jóvenes, más pequeños, y enormes adultos. Todos mirándote desde lo alto, caminando lentamente, haciendo retumbar el suelo con sus patazas.
- ¡Fiuuuu!- silbó Marcos impresionado.
Unos instantes de silencio.
- ¿Y estos tenían plumas?
- No, no creo que estos tuvieran plumas.
- Mejor.
- Al menos, no demasiadas. Aunque es posible que…
María llamó a Alberto.
- ¡Alberto! ¡Mira! ¡Este es un diplodocus! Lo pone aquí: Diplodocus carnegii.
Alberto no llegó a acabar su frase y, dejando solo a Marcos, corrió hacia el diplodocus.
- ¡Hu-hi! ¡Hu-ha! ¡Yo tengo un diplodooocus que acabo de cazar!
- Ya estamos otra vez…
MR. TEMPLE (Carlos de Miguel)
Otro veterano del Certamen Literario Koprolitos es Carlos de Miguel, que participó este año con este relato en el que destaca el guiño que hace a la canción del Diplodocus de Rocío Durcal. Ya hablamos de ella por aquí en su versión de Los Relámpagos. A Carlos ya le he hemos podido leer anteriormente en Koprolitos con sus relatos "Dinosaurios en la niebla" y "Benditas icnitas". ¡Gracias por participar Carlos!