“Todo lo que comes es amor”; Bar Camacho

Por Totxi

Para mí el otoño es una bocanada de aire fresco, que no frio, después del "mal comer" del verano. Llega un punto en el que el cuerpo te pide cuchara no solo para el helado, y un poco de frio para poder disfrutar de una comida más reconfortante. Los merenderos y las comidas en la playa o a cualquier hora, porque no hay horarios, dejan paso a los pucheros, y el calor del hogar. En este escenario tan pedante que dibujo, son sin duda alguna los callos, un plato de referencia, además de uno de los más representativos de la gastronomía asturiana. Son muchos los sitios en los que poder disfrutar de este plato, con su buen acompañamiento de patatas fritas y siempre cumpliendo la norma de las tres Ps; pequeñinos, picantinos y pegañosus.

Nosotros, ansiosos de empezar la temporada, optamos en esta ocasión, por visitar uno de los mejores restaurantes donde degustar este y otros platos tradicionales, como es el Bar Camacho en Anieves, una población cercana a Tudela Veguín camino ya de Langreo, en el concejo de Oviedo.

De primeras, el exterior engaña y parece un recuerdo de lo que en origen seguramente fue este bar, pero una vez dentro, te encuentras un local con una decoración cuidada y con miles de detalles en los que reparar, como si de la casa de un particular se tratara. Es un local pequeño, con dos comedores, unidos por un único camino que es la propia cocina. Quizá esto sea una de las características que hace al Bar Camacho diferente. ¿En cuantos restaurantes pasas por la cocina y ves a la gente trabajar? De sus comedores, el primero, más pequeño, con apenas tres mesas y con la barra del bar, y con el segundo más amplio con alguna mesa más. En la parte delantera dispone de alguna mesa para tomar algo antes de comer, y en la parte trasera una pequeña terraza también con un par de mesas.

Su carta ofrece una gran variedad de platos caseros y tradicionales, como son el rabo de toro, el hígado encebollado, el pitu de caleya, pastel de puerros o calamares en su tinta. Todo un despliegue de clásicos.

Nosotros en esta visita solo pudimos probar tres cosas, si no queríamos volver a casa rodando. Primero las cebollas rellenas de bonito. Deliciosas, sabor muy suave y tiernísimas, todo un placer. Después manitas de cerdo. No exagero si os digo que hacía más de 10 años que no las comía, y he de decir que estaban espectaculares. Por último y principal motivo de la visita, los callos. Muy buenos, para estar mojando pan de por vida. Además también le pude quitar la prueba a un picadillo con patatas y huevo, muy rico.

Los postres, todos ellos caseros, que tenían este día y que pude probar fueron la tarta de queso, la tarta de frixuelos y la de la abuela. Muy buenas las tres, aunque por su originalidad frente a lo que habitualmente encontramos me quedaría con la de queso.

Para beber, además de alguna cerveza y agua de Borines, tomamos una botella de La Fanfarria, un tinto asturiano, suave, ligero y fácil de tomar, de uva mencía y albarín tinto de bodegas Dominio del Urogallo, un vino de Cangas, fuera de la IGP, fantástico.

El precio fue de 26 € por cabeza, incluido el pan, varios refrescos y cafés. Una relación calidad precio muy buena, y un sitio que merece ser visitado si o si.